Conmino a todos mis lectores a que, de una vez por todas, aprovechen para ver todo aquel cine raro, extraño, friki, independiente y de culto que, a pesar de su disponibilidad en algunas plataformas, o en formatos originales o marginales, nunca acaban viendo, desaprovechando su tiempo entre la banal propuesta (salvo muy honrosas excepciones) del streaming.
Todo es conseguible y aunque no está en Netflix, Amazon, Apple, y demás expositores, todo es cuestión de buscarle.
Tanto expertos como bucaneros de confianza, dedicados en cuerpo y alma al cine, lo venían anunciando desde hace años en puestos especializados, desde el Tianguis del Chopo y algunos puestos del Barrio Bravo, que es bravísimo en cuestiones de especialidad, de géneros y de tendencias.
Culto, thrillers de peculiaridad en cuanto a violencia, horror en todas sus variantes, eficaces documentales, cine experimental y rockumentales; ciencia-ficción, cine mexicano viejo y nuevo, filmes latinoamericanos. Series de sabiduría, narco relatos, más un abanico de conciertos de rock están disponibles para el que quiera verlo, y que no se lo cuenten.
Para medianamente informarse en cine y afrontar las nuevas directrices y estilos, hay que ver desde probados filmes de culto como Eraserhead (1977) de David Lynch, hasta El show de terror de Rocky (1975) de Jin Sharman. Imposible ignorar al Enmascarado de Plata y el cine de luchadores, como las películas de Don Juan Orol, que en sus estrambóticos títulos parecen decirlo todo: Charros contra gánsteres.
Más que obligadas están Dark Star (1974) de John Carpenter. El fantástico mundo de Juan Orol (2011), de Sebastián del Amo”, La leyenda de una máscara (1991) y Los crímenes de Mar del Norte, de Pepe Buil, como el paroxismo violento de La redada uno y dos, de Gareth Evans y la mejor película de Schwarzenegger: El último desafío.
En la rama de documentales frikis, está el magistral Game over, de Kasparov y la Máquina (Deep Blue, preparada por IBM) para el memorable match de ajedrez del siglo.
En historias verdaderas de drogas, conviene documentarse con los Cocaine cowboys (2006-2014) de Bill Corben y de la serie 30 for 30 Broke (2012), patrocinado por ESPN, sobre la ruina de muchas estrellas del deporte, gracias al despilfarro.
En gira roquera se pueden seguir las andanzas de los Leningrad cowboys, de la mano de Aki Kaurismaki en el Total Balalaika show (1994), y avanzada extraterrestre de Liquid sky (1982) de Slava Tsukerman.
¡¿Qué esperan?!