El domingo pasado, muy temprano, sorprendiendo a propios y extraños, se fue directo al cielo cinematográfico Juan Heladio Ríos Ortega, el más genuino dandy que haya dado el tianguis cultural del Chopo, antes de ceder a la mezclilla, los tenis y el playerismo desenfrenado. Las redes sociales propagaron la triste noticia del galeno que recetó desde principios de los años 80 cine de todo tipo de cultos.
Desde tiempos del VHS hasta la modernidad del Blu-ray, pasando por el DVD, muchos se llevaron no sólo películas inconseguibles clonadas, sino sustento teórico, filosófico, poético y humorístico, en clave cultural didáctica en el orden de lo socarrón y políticamente correcto o incorrecto de cada filme.
Hasta su mítico lugar, que no tenía parangón desde tiempos del intercambio de rocanrol en vinil, llegaban grandes personajes de la cultura, el cine, la música y la literatura como Carlos Monsiváis o Carlos Reygadas, y el docente del IPN los atendía con cordialidad, lo mismo que a los amigos adictos a los sudores fríos del horror, el gore, los thrillers, la ciencia ficción y el cine hongkonés de John Woo.
Con un dominio insólito de géneros de cine, que también aplicaba al rock en todas sus etiquetaciones y a la música clásica, que acompañaba en el mismo lugar con café gourmet, el “Damo del buen decir”, generoso y dicharachero se volvió un mito. Las pláticas con muchos de sus amigos, entre los que me cuento, eran torneos de ingenio verbal y erudición de cualquier tema.
Era, aparte de dandy, un doctor pintoresco fuera de serie, que lo mismo recetaba en el consultorio del Chopo medicamente, que culturalmente.
Cambiaba de look cada vez que le daba la gana como si fuera un rockstar. Escribió en varias revistas como Cine Toma y Generación, y registró la marca “El Cine Paradigma de la Existencia” para cualquier batalla cinéfila.
Nietzche, Barthes, la escuela de Frankfurt; el instituto Ed Wood, Hershell Gordon Lewis, John Waters, Michael Mann, Takashi Miike… Consejos médicos y hasta cine de luchadores, con escala en Tin Tan. Todo, como políglota, se le daba. Presintiendo su partida, le encomendó a un equipo de amigos que lo ayudaban (Dany, Barón, Amo del Caos y Johnny Carmenta) la policlínica que fue su vida y en donde fue feliz por 39 años.
De su vida sentimental, gustos gastronómicos y placeres privados, saben algunos de sus más allegados.
Su compañera, María Villagordoa, La Güera, será ahora la encargada de ordenar sus libros, catalogar el cine que compartió con adolescentes, adultos e intelectuales, y preservar su legado.
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