En 2019 apareció el libro de Ece Temelkuran Cómo perder un país. Los siete pasos de la democracia a la dictadura (Anagrama). Centrado en la experiencia turca, nutría su libro de historias similares (Trump era un invitado imprescindible), y era un llamado de alarma de lo que estaba sucediendo en diferentes partes del mundo. No era un texto académico sino un reportaje/crónica que resultaba no solo ilustrativo sino elocuente. Hoy lo he releído y me parece un espejo. Recreo con libertad solo los primeros pasos. Juzgue el lector.
1. “Crea un movimiento” y tu noción de pueblo. Se trata de inventar un “nosotros” abarcador, pero que no incluya a todos. Ese movimiento por definición será virtuoso y combatirá la corrupción y el sistema podrido. Y el pueblo será aquel que se identifique con ese nosotros; y el que no, automáticamente queda fuera de ese manantial de virtudes que es nuestro pueblo. Ese pueblo requiere un líder, un pastor, que les indique quiénes son los malos de la película, a quienes es menester odiar. Eso es muy relevante para aprovechar el malestar social y ofrecerle un rumbo y una tarea: votar por nosotros, el auténtico pueblo. El movimiento puede romper las tradicionales barreras entre izquierda y derecha, todo lo puede absorber, siempre y cuando quien ingrese se subordine a la voluntad del líder, es decir, del pueblo.
2. Simplificar los campos e “infantilizar” las explicaciones. Las voces críticas deben aparecer como enemigas del pueblo, incluso como criminales y presentar los problemas y retos sociales como si fueran de fácil e inmediata comprensión. Las redes sociales resultan un aliado fabuloso: en ellas cristaliza con facilidad ese “nosotros contra ellos” tan útil para mantener la cohesión y el sentido de pertenencia, y son un vehículo excelente para reproducir las paparruchas más delirantes. Si además se utiliza un lenguaje vulgar, degradado, mejor; eso servirá para ofrecerle un sello de autenticidad e incluso de sinceridad.
3. En el espacio de la posverdad hay que despojarse de pudor, de vergüenza. Inventa. La ciencia es un relato más, con el mismo valor que otros. El conocimiento es elitista e innecesario. “Todo es igual, nada es mejor/ lo mismo un burro que un gran profesor”, dice el tango. Se puede reescribir la historia, lanzar iniciativas sin fundamento, apelar a otros datos, desechar certezas probadas (valga el pleonasmo) con ocurrencias. Repite slogans pegajosos, deja en un baúl la ética. Multiplica la agresividad hacia los que se encuentran fuera del redil.
4. “Desmantela los mecanismos judiciales y políticos”. Dado que la democracia no “es más que un escaparate del sistema neoliberal” acabar con ella es parte fundamental del proyecto transformador. Partidos, políticos, gobiernos, parlamentos, jueces y magistrados, todos están podridos y puede prescindirse de ellos. De la misma manera, la ley y sus límites pueden ser desechados porque el líder y su pueblo no los requieren. Es un proceso. No sucede la transformación de la noche a la mañana, pero paulatinamente se van destruyendo las normas, instituciones y rutinas que hacen posible la democracia. A cambio, dice Temelkuran, “Erdogan explotaba las ya terribles condiciones de vida… (y) transformaba gradualmente los derechos sociales básicos en una cuestión de caridad política del partido”.
Por falta de espacio, el lector, si así lo quiere, tendrá que asomarse al libro. Pero el desenlace es conocido: concentración del poder, autoritarismo, antipluralismo y sumisión.
Profesor de la UNAM