Por favor no digan que nuestro presidente no tiene bien aceitados los resortes autoritarios. En su reunión con el Consejo Mexicano de Negocios adelantó que pretende deshacerse de los diputados plurinominales. No sabemos qué le respondieron los representantes empresariales, si es que algo le dijeron. Pero de seguro vio que, después de las elecciones, los plurinominales compensaban en algún grado la sobrerrepresentación que su coalición tiene en la pista uninominal y ni tardo ni perezoso llegó a una preocupante conclusión: quitemos los plurinominales.
Es necesario ir por partes. La coalición de Morena, Verde y PT y esos partidos por separado obtuvieron el 42.6% de la votación para la Cámara de Diputados; la coalición PAN-PRI-PRD y cada uno por su lado lograron el 39.8% y Movimiento Ciudadano el 7% (No suma cien porque el cálculo está hecho con los porcentajes de los tres partidos que perderán su registro y los independientes). Pero si no existieran diputados plurinominales, con los resultados de los 300 distritos, tendríamos que la coalición presidencial ocuparía el 62% de los escaños, es decir, 186. La otra coalición solo 107 (35.66%) y MC 7 (2.33%).
Sí, así es. Con el 42.6% de los votos (que a todas luces los configura como minoría de votos) estarían cerca de tener mayoría calificada de asientos (62%). El presidente pretende volver a los tiempos anteriores a los de la reforma política inaugural de 1977 que le inyectó un cierto pluralismo a la Cámara y empezó a naturalizar la coexistencia de la diversidad entre nosotros. Porque en el esquema que propone el presidente una cantidad de votos superior a la de la alianza gubernamental (46.8% de votos sumando los del PRI-PAN-PRD-MC), acabarían con el 38% de los escaños).
Con las reglas actuales, los plurinominales servirán para equilibrar la representación en la Cámara. Morena y aliados tendrán el 55.8% de los diputados, la alianza PAN-PRI-PRD 39.6 y MC 4.6%.
Espero que nadie se atreva a decir que la del presidente es una aspiración democrática, que convertir a una minoría de votos en una supermayoría de escaños es una causa justa. El PRI, en su momento (1976-1977), reconoció que la fórmula exclusivamente uninominal le otorgaba una ventaja que no se correspondía con las adhesiones ciudadanas plasmadas en las urnas, y aceptó modificar el esquema de integración de la Cámara para que la representación fuera más equitativa. Nunca admitió una fórmula de representación estricta, es decir, que el porcentaje de votos se convirtiera en un porcentaje idéntico de diputados, aunque la izquierda democrática una y otra vez la puso sobre la mesa. Pero ahora nuestro presidente, al que algunos consideran de izquierda, pretende que el país vuelva a un método anterior a la primera reforma político-electoral significativa.
Por fortuna, el presidente y los 3 partidos que forman la coalición que lo apoya no tienen los votos suficientes para modificar la Constitución. No obstante (y ahora escribe el ingenuo que nunca me abandona), existe la posibilidad de convertir a nuestro sistema electoral en uno donde el porcentaje de votos sea idéntico al de escaños. No habría que modificar la fórmula de 300 uninominales y 200 plurinominales. Solo utilizar los segundos para hacer cuadrar ambos porcentajes. Hoy, las oposiciones lo harían por conveniencia y el partido gobernante para honrar a un principio que enarboló la izquierda democrática a lo largo de las décadas.
Profesor de la UNAM