Morena sigue avanzando en los estados. Lo vimos en las pasadas elecciones. Ha gozado de una ventaja: salvo en Baja California, en ninguna de las entidades donde gobierna ha tenido que refrendar su triunfo. En las del domingo 5 de junio, por ejemplo, 3 estaban en manos del PAN, 2 eran gobernadas por el PRI y una por una alianza PRD-PAN. En tiempos en que hay más posibilidades de ganar siendo oposición que gobierno, por el enorme desencanto que generan las diferentes administraciones, creo que eso hay que tomarlo en cuenta. Luego de esas elecciones gobernará 20 entidades. La debacle del PRI es pronunciada y parece no tener fondo. No obstante, en Aguascalientes y Durango las oposiciones ganaron y por mucho. Se requieren análisis regionales para conocer con más detalle la dinámica en cada estado, pero hay un fenómeno que no debe ser descuidado y a él me refiero.

Lo sabe y lo repite Perogrullo: hay un fuerte reacomodo de las fuerzas políticas en el país. Y quizá valga la pena recordar lo elemental: Morena, de inicio, se llevó a la parte mayoritaria del PRD. Y para ganar la Presidencia de la República se olvidó de remilgos. Aceptó a todos quienes quisieron entrarle, independientemente de sus convicciones o trayectorias, con una sola condición, reconocer el liderazgo de López Obrador y ser obedientes ante él. Morena construyó una amplia coalición en la que tienen un lugar todo tipo de concepciones y recorridos (e incluso, a decir de algunos, arreglos infames). Una especie de partido que “todo lo cacha”, deslavado en su perfil, confuso en su programa, pero con un liderazgo indiscutible. Lo integran desde personajes con un pasado en la extrema derecha hasta otros del polo contrario, y políticos profesionales cuya orientación fundamental es el oportunismo (así se le denominaba en el pasado, hoy se le dice sagacidad). El oportunismo, quizá la corriente mayoritaria en el país, y no de ahora, es un resorte bien aceitado y efectivo: detectar en qué sentido sopla el viento y navegar, de esa manera, con la mayoría. ¿Cuántos de los gobernadores actuales de Morena militaron antes en el PRI y cuántos provienen de agrupaciones de izquierda? ¿Cuántos de ellos han tenido que ajustar su visión o sus prácticas? Preguntas que intentan solamente ilustrar la idea anterior. Eso sí, tiene que existir un elemento cohesionador y ese es la fidelidad al presidente.

Julio Ramón Menchaca o Américo Villarreal, próximos gobernadores de Hidalgo y Tamaulipas, fueron militantes del PRI durante muchos años y encontraron en Morena una plataforma de lanzamiento efectiva. Botones de muestra de un fenómeno mayor: la atracción que hoy ejerce Morena sobre franjas importantes del PRI.

La constelación a la que ampara Morena —y más si sumamos a los partidos aliados— tiene de todo como en las añejas boticas. Para ganar el gobierno fue necesario sumar y sumar, sin cernidor alguno, sin filtros que restaran, y el partido se ha convertido en una muy efectiva maquinaria para ofrecer amplias posibilidades de victoria a quienes se sumen a ella. Absorbe lo que se le ponga enfrente y la condición para adherirse es solo una: sumisión al jefe.

No obstante, el futuro no está escrito. La diversidad de partidos y organizaciones de la sociedad, los medios y periodistas, el diseño republicano y los órganos autónomos del Estado, más los fracasos ostentosos de la administración actual y las oscilaciones de los humores públicos, mucho tienen aún que decir.

Profesor de la UNAM

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