Froylán López Narváez en la memoria
Como se sabe, el consejero presidente del INE, Lorenzo Córdova, fue invitado a comparecer ante la Cámara de Diputados. Imagino que fue con la esperanza de que podía ser un ejercicio productivo, enriquecedor. E imagino también, porque no es un incauto, que también pasó por su mente que se podía tratar de una emboscada, dada la mala fe con la que la bancada mayoritaria ha tratado al INE, a él y a otros consejeros.
El evento develó de manera nítida las potencialidades que tiene el Congreso para ser un foro de debate informado y también, por desgracia, la espiral de degradación que el grupo parlamentario de Morena, y no pocos de sus aliados, han desatado. De eso va esta nota. Porque más allá de la comparecencia lo más preocupante es que el espacio en donde concurre la diversidad política se convierta en un circo grosero y estúpido.
Córdova dio una lección de pedagogía democrática. Y ese enunciado no es una frase retórica: sereno, conocedor, claro, se dio a la tarea de escuchar, responder, poner sobre la mesa información y evidencias, ofreció análisis y reflexiones y no se mimetizó con la vulgaridad y la tontería. Fue un ejemplo de lo que potencialmente puede ser esa importante tribuna de deliberación, ahí donde concurren diversas expresiones políticas y fórmulas de leer nuestra realidad. Una realidad que por supuesto no es evaluada de la misma manera por todos y por ello resulta estratégico que esas diversas visiones puedan generar una dinámica productiva, lo cual (se supone) solo se logra con información sólida y con la apertura necesaria para oír y valorar las propuestas y preocupaciones de los otros.
No obstante, lo que apreciamos fue, en muchos momentos (porque no todos los grupos parlamentarios, por fortuna, actuaron como los representantes de Morena), una andanada de epítetos que no solo impiden un debate medianamente racional, sino que erosionan el ambiente de un foro en el que deberían privar no solo la razón y el conocimiento, sino ciertos principios de trato recíproco educado. Porque además de la profunda asimetría de conocimiento en materia electoral, lo que develó la comparecencia fue un océano de diferencia en el comportamiento. Solemos no dar suficiente importancia al ambiente en el que se desarrollan los debates y en no pocas ocasiones el ambiente suele ser más relevante que los temas en litigio. En un espacio abierto y tolerante incluso las más extremas posiciones pueden tender puentes de comunicación, mientras en un espacio irritado y sordo, inclusive los acuerdos sencillos se vuelven imposibles.
Es preocupante la lumpenización de la bancada de Morena. ¿De dónde han reclutado a sus diputados? ¿es el resultado de las rifas de candidaturas o de una competencia servil por agradar a su máximo jefe? No se puede pasar por alto lo que eso significa: un deterioro inducido de los circuitos de convivencia democrática. Tienen por desgracia una ventaja: saben que las groserías y agresiones tendrán una mayor visibilidad pública que los razonamientos. Los medios y redes tienden a amplificar inercialmente los desahogos primitivos porque suelen ser llamativos, mientras las argumentaciones reclaman en primer lugar ser entendidas y luego, recreadas.
Luz y sombra. El INE y su presidente salieron fortalecidos. La Cámara de Diputados vive en una dinámica desgastante que debiera alertarnos a todos, porque no hay democracia sin un poder legislativo plural y capaz de debatir de manera seria.