Mientras creamos que la cabeza de una institución es la institución y que lo puede todo, seguiremos atrapados en las redes del pensamiento autoritario.
El 20 de enero el rector de la UNAM, Enrique Grau, salió a recordar y explicar que: a) un Comité de la FES Aragón “concluyó que existe una copia sustancial en la tesis que presentó…Yasmín Esquivel”; b) Eso “es inadmisible” y “ha lastimado severamente a la UNAM” y a quienes la integran. Es “una conducta reprobable, “una usurpación de ideas y talentos”; c) Por ello, pidió la opinión calificada de la Abogacía General de la UNAM “a fin de saber si la normatividad universitaria vigente permite retirar o anular un título profesional”, la cual contestó que “carecen de facultades legales para ello”; d) el rector se hizo cargo de que esa resolución generó un intenso debate, lo cual es legítimo, pero recordó que en la UNAM “debe prevalecer…la cultura de la legalidad”; e) volvió a informar de las medidas que se han tomado: 1. las tesis ahora serán “analizadas con los implementos tecnológicos específicos” antes de ser entregadas a los sinodales, con el fin de evitar plagios, 2. se inició un proceso de revisión y reforma a la legislación en la materia, 3. se rescindió el contrato de la asesora de la tesis, 4. se sigue investigando para ver si existen otros casos; e) se convocará a un Comité del Consejo Universitario para que luego de revisar la documentación, “dar cabida al debido proceso al que toda persona tiene derecho”. “Estamos estudiando las distintas alternativas…que pudieran darse como resultado de acciones sancionadoras adicionales”.
Certificar que hubo plagio y que esa conducta es inadmisible, es de por sí una sanción, que, solo desde el cinismo hegemónico puede minusvaluarse. La UNAM además está tomando una serie de medidas para intentar evitar que esas conductas se repitan. El caso no se ha cerrado y eventualmente podrán darse otras sanciones.
A pesar de ello, se generó una ola de opinión que quisiera que sus deseos se volvieran realidad de manera pronta y expedita y si ello no sucede, inmediatamente se descalifica a la institución y al rector. Tras esas reacciones hay por lo menos dos peligrosas nociones que reproducen -a querer o no- las visiones autoritarias.
Se reduce la autoridad de la UNAM a la del rector. Como si esa casa de estudios no tuviera un esquema de gobierno con “división de poderes”. No pocos de los que ven con preocupación la concentración de facultades que asume el presidente (barriendo a otras autoridades), hoy quisieran que en la UNAM hubiese una sola voluntad, la del rector. Como si los cuerpos colegiados y otros órganos fueran inexistentes.
Más preocupante aún es la arraigada noción de que querer es poder. Como si las autoridades no tuviesen límites legales, como si la (buena) voluntad fuera superior a la norma. El rector ha reiterado que según el abogado general la UNAM no tienen facultades para retirarle el título a la señora Esquivel. Hay diferentes lecturas al respecto. Pero, así como se demanda que gobiernos, funcionarios públicos, legisladores, ciñan su proceder a las facultades que les otorgan las leyes y no actúen por capricho, de la misma manera las autoridades universitarias tienen que constreñirse a la ley.
Si no asumimos que en las instituciones coexisten diferentes órganos y que éstos se encuentran regulados y limitados por las normas, seguiremos atrapados en el laberinto del pensamiento autoritario: “mi dictado es la ley”.
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