Democracia o autoritarismo es una tensión que acompañó a buena parte de nuestra historia. Y hoy, de nuevo, de manera triste y contundente, reaparece con toda su crudeza. No quiero subrayar las tintas. No es necesario. La violación flagrante de dictados constitucionales, la embestida sistemática contra todos aquellos que contradigan la voluntad presidencial, el debilitamiento de los contrapoderes que construye nuestro marco normativo, la sumisión de muchos al capricho del presidente, nos remontan a pesadillas ya vividas y que quizá, ingenuamente, creíamos superadas.
Leo un breve ensayo homenaje a “Salvador Nava, la dignidad” (Del Estado de súbditos al Estado de ciudadanos. Tirant le blanch. 2021), escrito por Emilio Rabasa Gamboa en el cual con justeza contrapone su trayectoria y figura a la de Gonzalo N. Santos que, en sus Memorias, un monumento al cinismo, dejó plasmado con nitidez los resortes mentales de los autócratas. Los citaré en extenso porque los dichos de Santos y los comentarios de Rabasa no tienen desperdicio.
1. Escribe Rabasa: “El hombre con mentalidad autoritaria necesariamente siente un profundo desprecio por el derecho en la medida que las normas jurídicas pueden limitar su poder…”. Como Gonzalo N. Santos deseaba ser gobernador de San Luis, pero no por cuatro años sino por seis, escribió tiempo después: “Vamos a darle tormento a la Constitución y que el periodo sea de seis años. Y así fue. Y la Constitución no se quejó de recibir tormento”.
2. “Otra singularidad del cacique consiste en administrar los recursos públicos como patrimonio personal” (Rabasa). Escribió Santos: “Los pequeños gastos de esta gira (se refiere a la presidencial de Ruiz Cortines), incluyendo las remuneraciones a los generales Galindo y Ravate, fueron de mi peculio; bueno, salieron de mi bolsa, pero procedían naturalmente del erario del estado libre y soberano de San Luis Potosí”. “Si yo quisiera o necesitara en estos momentos quinientos mil pesos (en 1949), no tendría más trabajo que sonar el timbre y llamar al tesorero y decirle: ‘consígueme ese dinero’”.
3. “Un poder como el que tenía Santos no podía respetar ni tolerar a otros poderes, aunque fueran inferiores” (Rabasa). “Para no andar con hipocresías, diré también que nombré al tesorero municipal de la capital… pues yo había ido a gobernar al estado y no a que me gobernaran” (Santos).
4. “Otro rasgo característico de la personalidad autoritaria… es la subordinación a la que somete” a su propio partido (Rabasa). “Yo no consulté para nada al partido, y emprendí mi campaña” (Santos). Por supuesto, al presidente sí le consultó porque el autoritario solo reconoce y sabe que debe subordinarse a quien ostenta un poder superior.
5. El desprecio por el pueblo y por las prácticas democráticas es otro atributo de los autoritarios. Gonzalo N. Santos no se anda con rodeos. Afirma sin el menor sonrojo: “Las elecciones iban a ser eminentemente libres, pero el cómputo lo iba a hacer yo”. “No hay un artículo en la ley de Dios ni en los santos evangelios que me prohíba a mí hacer el recuento de las boletas electorales que ellos depositaron por Padilla y por el jesuita Herrera Laso, aquí se las estamos cambiando a favor de Alemán y del candidato de la CTM… pues mi compromiso es con la Revolución y no con una pinche ley electoral que nosotros mismos hemos hecho y por lo tanto no tiene nada de sagrada”.
El pasado que reaparece en el presente y se proyecta al
futuro.
Profesor de la UNAM