Recordé aquella fórmula que utilizaba el maestro de estadística para ilustrar las “alucinaciones” propias de la disciplina. Decía: imaginen que deseamos medir el consumo per cápita de alcohol en una cantina. Entran dos clientes y durante la primera hora y media uno solo consume vasos de agua, mientras el segundo se empuja seis tragos fuertes. Promedio por persona 3 copas, es decir, un consumo moderado. Me vino a la memoria cuando leí el primer “balazo” del comunicado de prensa del INEGI sobre los resultados de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos. Dice: “En 2022, el promedio de ingreso corriente trimestral por hogar fue de 63,695 pesos un aumento del…. 0.2% respecto a 2016”. Ese gran promedio nacional, en un país tan marcadamente desigual como México, ¿dice “mucho, poco o nada”? Usted responda, ya que estamos hablando de una encuesta.

El desabrido chistorete solo quiere abrir la puerta a la riqueza que contienen los resultados de la ENIGH. Porque más allá de ese promedio nacional y de su comparación en el tiempo, la Encuesta detectó que los deciles de hogares más pobres han visto incrementado su ingreso de 2018 a la fecha. Los más pobres en 19.9.%, el segundo decil en 13.5 y el tercero en 11.1. Todos los deciles (salvo el décimo, el de los más ricos) vieron aumentar su “ingreso corriente promedio trimestral”, y la proporción fue mayor entre los más bajos y decreciente hacia arriba.

Lo han escrito varios, entre ellos de manera reiterada y con razón, Ricardo Becerra: esos resultados tienen que ver con los incrementos al salario mínimo, porque la inmensa mayoría, como es natural, vive de su trabajo (el 65.7% del ingreso tiene esa fuente).

La pérdida de ingresos en el decil X fue de 13.2% si lo comparamos con 2016 y de 2.2 si lo hacemos con 2018. Quizá eso demandaría un estudio en profundidad porque en ese decil no solo están los hogares con los mayores ingresos, sino que las desigualdades en su interior son monumentales, y es probable que en él se esté produciendo una polarización mayor.

Las transferencias monetarias desde el gobierno en algo ayudan a corregir la desigualdad. A partir del Coeficiente de Gini los resultados son los siguientes: sin transferencias ese Coeficiente para 2022 sería de 0.460 y con ellas queda en 0.402 (Cero sería la perfecta igualdad y uno la más profunda desigualdad) (Suecia tiene un CG de 0.26 y Argentina de 0.42). Quien de esto saben nos dirán su evaluación de ese efecto.

Para quien aún lo duda, la escolaridad tiene una correlación positiva con el ingreso. Los promedios nacionales son de 13,514 pesos de ingreso trimestral para los que a lo más tienen la primaria completa, mientras quienes cuentan con estudios o posgrado completo tienen un promedio de 89,986.

Existe un incremento en los gastos de “cuidado de la salud” si omitimos los datos de 2020 (plena pandemia). Han crecido 30.9% desde 2018. Se debe al desastre que se ha generado en las instituciones públicas de salud, lo que hace que los hogares gasten cada vez más en la salud privada.

Las diferencias regionales siguen ahí. Baja California Sur, Ciudad de México, Baja California y Nuevo León tienen los promedios de ingreso más elevados, mientras Chiapas, Guerrero, Oaxaca y Veracruz tienen los más bajos. El ingreso promedio en Chiapas representa solo el 43.58% del ingreso promedio en Baja California Sur.

No es información para echar a volar las campanas, pero en un océano de destrucción, ilustra algunos avances.

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