¿Podemos seguir hablando de democracia en México? No es una pregunta retórica por lo que estamos viendo y viviendo. Por supuesto se pueden cerrar los ojos o voltear a ver a otro lado, pero ello no resuelve la pregunta. Será entonces mejor que la respuesta la de cada lector.

Después de que:

- Un 54 por ciento de votos fue transformado en un 74 por ciento de escaños en la Cámara de Diputados, no solo contra el sentido común sino contra normas constitucionales que se diseñaron precisamente para evitar la distorsión de la voluntad popular.

- Por venganza del Ejecutivo, el Legislativo disolvió al Poder Judicial que le resultaba incómodo porque muchas de sus resoluciones no convalidaban los deseos presidenciales.

- Estamos en el proceso de elegir a jueces, magistrados y ministros que resultarán de una elección deficiente (por su diseño, presupuesto y operación), y serán fruto de la manipulación política de la fuerza mayoritaria.

- Se han eliminado un buen número de los órganos autónomos del Estado que se crearon para cumplir tareas que el gobierno no podía ni debía atender y sus facultades ahora estarán en diferentes dependencias del Ejecutivo.

- La seguridad pública será responsabilidad de un cuerpo militar, la Guardia Nacional, adscrito a la Secretaría de la Defensa Nacional, algo que desde hace 170 años se había intentado evitar.

- Continúa el desplazamiento de voces críticas en los medios, tanto públicos como privados. De manera lenta pero consistente, sea por miedo, precaución, oportunismo, subsidios (o combinados), desaparecen comunicadores y programas que resultaban “incómodos” al gobierno.

- Los medios públicos se han convertido en voceros gubernamentales y/o partidistas y desatan una y otra vez campañas de desinformación contra aquellos que consideran sus adversarios (sean partidos, agrupaciones civiles o personas).

- Instituciones estatales, diseñadas para vigilar el comportamiento de las dependencias gubernamentales son alineadas a la voluntad oficial, como sucedió con la CNDH. Se les inutiliza, pero dejan de “molestar” al supremo gobierno.

- Tribunales electorales llevan meses incompletos en su integración, porque la mayoría (oficialista) en el Senado se ha negado a nombrar a los magistrados a pesar de que la Corte cumplió con su misión de enviar las ternas. Y no es casual que, con esa deficiente integración, los tribunales (como el federal y el de la Ciudad de México) se hayan convertido en correas de trasmisión de la voluntad gubernamental.

- En el Congreso prácticamente se ha desterrado el debate para dar paso a una maquinaria inercial y subordinada que aprueba incluso reformas constitucionales sin que los legisladores tengan tiempo para leerlas, ya no digamos para estudiarlas.

- Desde el poder se desprecia una y otra vez los diagnósticos e iniciativas que surgen de ese archipiélago contradictorio en el que coexisten muy diversas organizaciones civiles.

- Desde la Presidencia de la República y su densa red de repetidoras se descalifica y niega a la diversidad política que modela al país.

- Cada vez más hablan como si en México existiera una sola fuerza política legítima, piedra de toque, como se sabe, de todo régimen autoritario.

Profesor de la UNAM

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