La ciencia y el conocimiento parecen “estar contra las cuerdas”. Así se dice cuando un boxeador se encuentra arrinconado por su rival, apoyándose en las sogas, presagiando su próxima derrota. Si la actual tendencia anti ilustrada acaba por imponerse estaremos en otro mundo y no será mejor. Por ello, aunque la película me pareció mediana, creo que su guion apunta a un tema central. Me refiero a No mires arriba, de Adam McKay.
Dos astrónomos (mujer y hombre) descubren un nuevo cometa, y luego del júbilo inicial, calculan que en su ruta chocará contra la tierra. Su dimensión es tal que muy probablemente acabe con nuestro planeta. La probabilidad se convierte en certeza cuando sus pares, de las mejores universidades, certifican su apocalíptica revelación.
El “pequeño detalle” es que en nuestras sociedades no parece existir espacio para las verdades de la ciencia. El conocimiento acaba estrangulado entre las necedades que circulan por las redes, las apuestas de corto plazo de los gobiernos y los intereses de las grandes corporaciones. El saber es despreciado en medio de una alharaca incapaz de distinguir entre lo importante y lo fatuo. Todo parece tener la misma jerarquía y la vida social y política, convertidas en espectáculo, se vuelven una trituradora que todo lo disuelve en un mazacote indiferenciado.
Los astrónomos acuden a ver a la presidenta. Pero sus prioridades son otras: tiene que lograr la aprobación de su impresentable candidato a la Corte y atender las elecciones que están en puerta. Su auténtica preocupación es no descender en las encuestas. “Aguardar y analizar” es su dictado. La política convertida en un performance sin sustancia, lo inmediato borrando lo alarmante, un comportamiento frívolo que es incapaz de atender el reto mayúsculo.
Los astrónomos, entonces, acuden a los medios. Es menester filtrarlo a la prensa, alertar a los ciudadanos. Logran acceso a un famoso programa de entrevistas. Pero el rating se lo lleva, y por mucho, la reconciliación amorosa de una pareja que se pide disculpas ante la audiencia. La posible extinción de la tierra es abordada de manera “liviana, divertida”. El entrevistador incluso pregunta, con una sonrisa congelada, si el cometa pudiera impactar la casa de su ex esposa. Las redes se inundan de memes estúpidos, teorías conspirativas, gracejadas de dudoso humor y descalificaciones a ella (Jennifer Lawrence) por histérica y fascinados con él (Leonardo DiCaprio). Un espectáculo en el que lo cierto y lo especulativo, el conocimiento y la tontería, se mezclan hasta nublar lo que sucede.
El gobierno, por fin, decide llevar a cabo una operación para desviar al cometa, pero cuando se está desarrollando, el “tercer hombre más rico del mundo”, le informa a la presidenta que el cometa contiene minerales valiosos, de tal suerte que la operación es abortada y sustituida por otra que realizará una gran corporación que promete dividir el cometa, para que caigan sobre la tierra, disgregados, sus valiosos tesoros. La “racionalidad” económica suspende la alarma. El proyecto se realiza de espaldas a la comunidad científica y fracasa. Incluso cuando el cometa ya puede observarse a simple vista, surge una corriente de opinión, encabezada por la presidenta, cuya consigna es “No mirar arriba”. El autoengaño por encima de la rotunda evidencia.
La comedia (perdón por develarlo) termina bien: el cometa impacta la tierra y todo acaba. Todo. Ha finalizado la historia de la humanidad. Bien merecido.