Data de noviembre 2022 la marcha ciudadana a favor del INE y contra el afán controlador del gobierno de López Obrador sobre los institutos autónomos del estado. Recapitulemos, amigo lector, lo acontecido desde entonces. Lo primero que se advierte es que la popularidad del presidente no se modificó luego del pulso callejero que sostuvo con los sectores sociales que inundaron en aquella fecha el Paseo de la Reforma en defensa del órgano electoral, víctima de la hostilidad del mandatario. Lo que aquella inesperada “marea rosa” sí cambió fue el ánimo oposicionista que vio en la espontánea manifestación la causa que podría dar sentido, aliento y fundamento a la constitución de un gran frente ciudadano al margen de los partidos políticos.
Tratábase sin embargo de una quimera, ilusionante sí, pero al fin y al cabo utópica. En México la posibilidad de crear nuevas formaciones políticas tropieza con una legislación concebida para entorpecerla. Gracias a ella subsiste esa lacra que hemos dado en llamar “partidocracia”, nombre que engloba los privilegios y prerrogativas de que hacen uso y abuso los políticos que logran acomodarse -y luego enquistarse- en las cúpulas partidistas, hoy agrupadas en el Frente Amplio por México, esa entelequia de cuyo control se han apoderado el panista Marko Cortés y el prísta Alito Moreno, marginando a las representaciones ciudadanas originales.
Contra ellos chocará, más temprano que tarde, Xóchitl Gálvez, la providencial candidata del Frente surgida de la coincidencia de dos hechos irrepetibles: 1) un error del presidente al negar a la legisladora el acceso a su conferencia mañanera y, 2) el instinto político y la audacia de la afectada que exhibió públicamente al mandatario como un macho autoritario incapaz de permitir el derecho de réplica que asiste a una mujer agraviada por sus dichos falsos. Sin restar méritos a su persona, que los tiene y no son pocos, la denuncia le valió a la hidalguense su fulgurante y sorpresiva aparición en las iluminadas marquesinas de la política nacional.
Elegida tras un proceso de selección excesivamente alambicado y complejo, tutelado en teoría por gente independiente -¿acaso los ex consejeros Marco Antonio Baños y Arturo Sánchez lo son?- pero manejado soterradamente por las cúpulas partidistas, la candidata Xóchitl cargará en campaña con el lastre de Alito, un sujeto impresentable cuyas bajezas han sido exhibidas mil veces ante la opinión pública. En su ilimitado descaro, ni el esperpéntico líder nacional priísta ni el jefe del panismo -el fantasmal e inexpresivo Marko- se inhibieron de mostrarse de manera ostentosa en la ceremonia en la que el Frente ungió a la carismática senadora.
Mal inicio el de una oferta que no se ciñó a los métodos acordados con quienes detestan el obradorismo pero que tampoco comulgan con las prácticas del PRI y el dejar hacer del PAN. Ni la encuesta concluyó en el plazo pactado ni se llegó a la votación planeada, evidenciando una organización incompetente y el interés de eliminar a una aspirante -Beatriz Paredes- que, con sus buenas y malas artes, podía complicar la candidatura a Xóchitl, cuya popularidad daría a los partidos más espacios a repartir. Reflejo de ese incumplimiento fue ver una marea rosa desdibujada cediendo lugar y preponderancia a los devaluados colores partidistas.
Definidos ya los nombres de las adversarias, Xóchitl por el Frente Amplio y Claudia -pese a la extemporánea rebelión de Marcelo luego de una auscultación demoscópica desequilibrada e inequitativa- por Morena, el Verde y el PT, se abre ahora un receso, preludio de una elección presidencial en la que habrán de medir sus fuerzas dos visiones muy distintas de país.