Luego de los comicios de este ya inminente 2 de junio, el futuro del PAN, del PRI y del PRD apunta hacia el desdibujamiento -caso del partido azul-, hacia la irrelevancia -caso del tricolor- y hacia la desaparición -caso del sol azteca-. No matizo ni adjetivo el augurio; me parece que para el observador atento es suficientemente claro. Por tanto, si los números finales de la elección no se apartan demasiado de las tendencias que todas las encuestas serias han mostrado consistente y reiteradamente, el nuevo gobierno popular, progresista y de izquierda de Claudia Sheinbaum lidiará el próximo trienio con una oposición partidista reducida a la insignificancia… y sin aliciente para seguir unida.
No obstante la contundencia de las cifras demoscópicas, la comentocracia que alucina al oficialismo se obstina en sembrar dudas, sobre esos datos y sobre la elección en su conjunto. Extraño resulta que, luego de las excepcionalmente largas campañas de este proceso y a días de la fecha señalada para acudir a las urnas, siga afirmándose que la mitad del electorado aún no define su voto y que lo harán en la casilla el mismo día de la votación. Aluden al llamado “voto útil”, o al más abstruso “voto oculto” -sin precisar, claro, a quien beneficiaría- y hasta se valen de la teoría del silencio del sufragante ante las preguntas del encuestador, originada por el miedo (¿) que le induce el poder.
Pero dejemos de lado los presagios que no tienen más base que el rencor que producen los privilegios perdidos y prosigamos con nuestro razonamiento. Tras la victoria de la candidata de Morena, la “marea rosa” -ese impulso ciudadano que por tres veces llenó la principal plaza pública de México- enfrentará la disyuntiva de: 1) convertirse en partido político, prescindiendo de las siglas de los institutos tradicionales o, 2) resignarse a ser sólo el recuerdo de un movimiento, animado, colorido, efímero y de coyuntura. Si opta por la primera alternativa podría pensarse en una formación desde la cual se exprese el ideal conservador y de derecha con el que tanto y tan bien se identifican amplios sectores de las actuales clases medias… y casi todos los de la clase alta.
Sin embargo, cumplimentar las formalidades que la ley establece para registrar un nuevo partido político nacional es un trámite complejo. Requiere de orden y trabajo que no cualquier agrupación ciudadana posee; son muchos los requisitos a satisfacer, el más inmediato de los cuales es notificar su propósito al INE en el “…mes de enero del año siguiente al de la elección de presidente de los Estados Unidos Mexicanos…”, y presentar “…en el mes de enero anterior a la siguiente elección, su solicitud de registro, sus documentos básicos, su lista de afiliados y actas de sus asambleas celebradas…”.
La notificación es fácil; lo que sigue no tanto. Por documentos básicos se entiende la Declaración de Principios, el Programa de Acción y sus Estatutos. Extinguida la alianza que apoyó a Xochitl Gálvez, dependerá entonces de sus prosélitos la fundamentación ideológica del nuevo instituto. Como se sabe, fue el antiobradorismo el cemento que amalgamó a la “marea rosa” y el que, pese a carecer de un proyecto político específico, proporcionó a su candidata la suficiente energía para competir. Su ambigua propuesta se redujo a ir contra la 4T, sin hablar más que de generalidades y puras abstracciones.
Pero ¿a gusto de quien se redactarán esos documentos del hipotético nuevo partido? ¿de la pluma de qué intelectual orgánico habrán de emanar? ¿con qué notables de la “marea rosa” los conciliarán? Y luego, ya con un proyecto acabado, deberán lanzarse a la tarea de captar 3 mil afiliados en 20 entidades federativas -o 300 en 200 distritos federales-, acreditados con actas notariadas en cada asamblea celebrada y dando cuenta de los dineros empleados, antes de realizar una Asamblea Nacional Constitutiva en la que sus militantes otorguen el aval definitivo a la naciente organización.
Lograda la aprobación del INE, tocará esperar turno a que llegue la primera elección en la que podrá participar oficialmente que, si bien le va, será la intermedia del año 2027. Mientras tanto, la escena política será del dominio casi exclusivo de Morena.