Suena absurdo que las mujeres como género se hayan visto obligadas a agruparse formalmente para protegerse de abusos, injusticias, maltratos, violencia y agresiones físicas infligidas por una supremacía masculina -incluso machista- insensible a su valía y capacidad. Absurdo porque el afecto, el amor a la mujer es precisamente el sentimiento más puro, profundo y sincero que el hombre experimenta.

Cada vez han sido más las mujeres que a base de méritos propios han escalado las más altas posiciones profesionales, venciendo prejuicios de todo tipo; nada lejano sería que una mujer se convierta en presidenta de Estados Unidos. En la vida laboral, hombres y mujeres no formamos parte de dos bandos distintos, como si fuera un club exclusivo para un determinado género, simplemente el más capaz debe sobresalir. Violencia de género, abominable espectro que nos retorna a la barbarie.

El tuit enviado en octubre de 2017 por la actriz y activista estadounidense Alyssa Milano: “Si te han acosado sexualmente escribe Me Too” fue retuiteado casi un millón de veces en apenas 48 horas. De allí surgió Me Too, el movimiento de irritación y rechazo hecho viral en las redes sociales que ha ocasionado que miles de personas a nivel global hayan decidido referir sus propias experiencias de agresión y abusos. Este movimiento ha propiciado la destitución de directores de empresas, magnates y políticos depuestos, íconos avergonzados públicamente, en casos llegando a procesos legales y cárcel. Pero cuidado, hemos de considerar que existe una tenue línea que puede arruinar la reputación profesional y la vida misma de personas señaladas con argumentos ajenos a la verdad.

En México se ha extendido la utilización del término hostigamiento y acoso sexual contra la mujer, tipificado como delito federal y considerado como ”todo acto de violencia basado en la pertenencia del género femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer”. Según el Inegi 72.9% de los mexicanos se sienten inseguros en su entorno, 10 mujeres son asesinadas diariamente, de 2017 a 2019 de 3 mil 502 denuncias por hostigamiento sexual sólo hubieron 10 sentencias a favor, es decir, el nivel de impunidad es prácticamente del 100%, el año pasado se denunciaron 15 mil 849 violaciones –datos de SSP- sabiendo que sólo una de cada 10 víctimas denuncia. A lo largo de la presente administración las protestas de mujeres en su propia defensa se ha radicalizado, colectivos se presentan encapuchadas, con martillos, cadenas, bidones de pintura y gasolina, igualmente marchando que tomando las calles. En protesta por la violencia contra mujeres y niñas, así como feminicidios, el pasado 4 de septiembre familiares de víctimas junto con colectivos feministas –Aquelarre Violeta, Movimiento Estudiantil Feminista y Crianza Feminista- y familiares de víctimas de violencia tomaron la CNDH en la CDMX y otros Estados, advirtiendo próximas protestas similares.

Sorprende que Olga Sánchez Cordero, secretaria de gobernación se haya declarado víctima de violencia de género por parte de los integrantes del gabinete de seguridad y de algunos medios debido a su condición de mujer. Hoy el ojo público está enfocado en la terquedad de Morena –y quién esté detrás- por candidatear al inculpado por violar a varias mujeres, Félix Salgado Macedonio, para gobernador de Guerrero, lo que sería crónica de un desmadre anunciado. Que salga Salgado, pero de la contienda electoral.

Mujeres que marcharán en su día, el lunes próximo, contra la violencia, háganlo SIN VIOLENCIA.

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