Cierto, ningún presidente del último siglo había sido tan criticado como Andrés Manuel López Obrador, pero es que ninguno de ellos había sido tan presente, tan activo, tan voluntarioso, tan resuelto, tan obstinado, tan incisivo, tan echado pa’delante. AMLO fiel a sus convicciones, algunas producto de resentimientos y rencores, persevera místicamente en su pretensión de transformar a México, extirpando toda suerte de arraigadas iniquidades, abusos y repulsiva corrupción, con el agravante de “ir derecho y no me quito”, imponiendo cuestionadas obras sexenales, cancelando obras –NAIM- y programas emanadas del neoliberalismo y trayéndose de encargo a aquéllos conservadores opuestos al proyecto innovador del régimen.
En este turno de la contrarreforma eléctrica, viene siendo imperioso para el gobierno convencer a los mexicanos, aun teniendo que acudir al honor sobre la razón: “la electricidad era tuya, te la vamos a devolver”, argumentando que la iniciativa privada trabaja por lucro, no siendo el caso de la CFE- o sea, ¿es preferible perder?- , empresa que es necesario proteger de la andanada de gobiernos neoliberales que dieron concesiones a empresas privadas, en su mayoría extranjeras. Lo cierto es que la electricidad nunca dejó de ser de los mexicanos, además ¿por qué no poder elegir al proveedor más barato siendo que la competencia opera a favor de la eficiencia y de mejores precios? De ninguna manera es conveniente rescindir contratos privados y entrar en el escabroso terreno de las indemnizaciones; se trata de 110 contratos privados y de una inversión de 44 mil millones de dólares. ¿Tendrá la CFE la disponibilidad económica para hacerse cargo de las enormes inversiones que requiere la industria eléctrica, además de resarcir a los inversionistas demandantes? Agreguemos que a la energía cara y contaminante que muy posiblemente imponga la CFE, habremos de afrontar el desprestigio internacional hacia un gobierno que reiteradamente envía el mensaje de que ya no le conviene lo que antes sí le convenía.
La responsabilidad histórica de la aprobación o rechazo a la contrarreforma eléctrica recaerá sobre el poder legislativo, ninguna presión, de donde venga, tendría que estar por encima de de las convicciones de cada representante popular. No obstante, existen antecedentes para suponer que los intereses partidistas podrían prevalecer sobre las conciencias individuales. Es inverosímil que el partido VERDE ECOLOGISTA vaya a votar en contra de las energías limpias y renovables. Sería condenable que el PRI arroje por la borda la coalición Va por México- desafiante oposición que enfrenta a Morena- e inconcebiblemente decida hacerse harakiri apoyando la ajena causa de la 4T. Sería el último clavo en el ataúd de un partido con demencia senil luego de 92 años de su creación.
La traición del PRI a la coalición alcanzada entre partidos de oposición –PAN y PRD- convertiría a Morena en una versión corregida y aumentada de lo que el tricolor significó en gran parte del pasado siglo XX, un partido de Estado a las órdenes del presidente de la República. El tiempo apremia al PRI, es preciso proclamar lealtad a sus principios, a sus seguidores y a sus coaligados, parar el rumor de que el partido, con estrechez de miras optará por convertirse en comparsa de su adversario por antonomasia.