Existe en nuestro país un abismo entre la bonanza de la banca privada y la complejidad de las finanzas públicas.

En tiempo de postpandemia en que diversos sectores productivos batallan por recuperar su habitual posición financiera, los bancos privados gozan de un próspero periodo de utilidades récord, habiendo alcanzado de enero a noviembre 2022 la insólita cifra de 212 mil 16 millones de pesos, incremento de 30.9 % con respecto al mismo lapso del año pasado. Factor determinante del resultado obtenido fueron las altas tasas de interés implementadas por Banxico para contener los altos niveles de inflación.

El banco con mayor presencia en el país, BBVA, reportó en ese lapso utilidades por $68 mil 26 millones, 26.8% más que en 2021. Santander alcanzó ganancias por $23 mil 906 millones, 48% arriba del año anterior. Banorte reportó $31 mil 532 millones, 32.5% más que en 2022. Citibanamex – en proceso de venta y probablemente desatendido- ganó $17 mil 433 millones, -3.7 que el año pasado. La banca comercial tenía a fin de noviembre pasado una cartera de crédito vigente de 6 billones 183 mil 727 millones, 12% arriba que en 2021. Las tasas de interés en las tarjetas de crédito han trepado a niveles absurdamente altos, rebasando -incluyendo un IVA no trasladable- el 50% anual, es decir, alrededor de 6 años de inflación.

Aprovecho el tema bancario para compartir mi desconcierto

con respecto al manejo del adeudo del IPAB, sustituto del Fobaproa, en que la deuda privada de la banca pasó a ser pública. Desde 1995 el IPAB enfrenta el karma del interminable rescate bancario, deuda crónica por 552 mil 300 millones de pesos, de la cual ha sido cubierto 1 billón 280 mil millones de pesos. Y aun así la deuda va pa’largo, el cálculo es que terminará de pagarse en 2065.

Con respecto a la deuda pública, el secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O admitió el pasado septiembre que esta se había incrementado 7% desde diciembre 2018, estimando cerrar 2022 con un saldo de la deuda de 48.9% del PIB. La Ley de Ingresos 2023 prevé “contratación de deuda interna por 1.1 billones de pesos y una deuda externa por 5 mil 500 millones de dólares”, endeudamiento 31.8% superior a 2022 que llegará a una deuda histórica de casi 50% del PIB estimado para el presente año. El gobierno de manera optimista proyecta un crecimiento económico en 2023 del 3% -andará sobre 1%- y una inflación del 3% -si acaso, será del 5.5%-. No podemos descartar la posibilidad de una recesión global de la economía derivada de los procesos inflacionarios y por el aumento de tasas de interés en distintos países.

Queda invalidado el argumento presidencial de que el presente gobierno ni se ha endeudado ni se endeudará, aun así, contraer deuda puede coadyuvar a crear una mejor infraestructura para un mayor desarrollo, incluyendo educación y salud. Las obras prioritarias del gobierno en 2023 son El Tren Maya, el Istmo de Tehuantepec, programas sociales destacando las pensiones para adultos mayores y discapacitados, entre otras.

Ni hablar, preferible prestar que requerir pedir prestado.

Analista político