La estrategia para el tramo final del sexenio es consolidar los cambios realizados y allanar el camino al siguiente gobierno -confiando que provendrá de la 4T- para facilitarle la continuidad de la histórica tarea emprendida por el actual.

El presidente López Obrador se pronunció por la necesidad de que su sucesor tenga también el control del Congreso, de lo contrario “lo van a ningunear” y no podrá llevar a cabo las reformas constitucionales requeridas, por lo cual exhortó al expectante electorado de 2024 a pronunciarse con una “avalancha de votos”. Por supuesto, luego precisó no haberse referido a ningún partido en particular. En el proyecto de la 4T es momento de meter segunda, de afianzar lo logrado, de que el gobierno emanado del pueblo y encarnado por Morena siga adelante, aun con el caudillo a distancia, de asegurar los candados para impedir dar marcha atrás en el improbable caso de que la oposición regresase al poder.

Es en la anterior tesitura que el pasado domingo 13, la ciudadanía realizó una concurrida marcha en defensa del INE, avanzando cientos de miles de participantes por céntricas calles, manifestándose en contra de meterle mano al INE. Para nada fue una “caricatura de marcha”. Resultado: Le picaron la cresta a AMLO: “Nosotros venimos de la lucha muchos años, Zócalo primer lugar, de 50 a 100 ocasiones, hemos dormido allí, hemos vivido allí”. En consecuencia, pasado mañana presenciaremos la madre de todas las marchas , la más concurrida, la más entusiasta, solidaria y festiva de cuantas setenga memoria, pero eso sí, sin acarreados. Y que conste que esta marcha encabezada por el poder desde el poder, no será en defensa de la reforma electoral propuesta, sino “para celebrar los logros de estos años con el respaldo del pueblo, para celebrar que ya no gobierna en México la oligarquía”.

En lo personal me excluyo de cualquier supuesto grupo conservador ávido de malas noticias para regocijarme de que le está yendo mal al presidente con su proyecto de gobierno, tampoco tengo la certeza de la lluvia de cifras contradictorias presentadas tanto por la oficialidad como por la crítica. El presidente, por ejemplo, anticipa que el crecimiento del PIB en 2022 será del 4%, de tener el primer sitio en inversión extranjera directa, de estar construyendo la obra ferroviaria más grande del mundo, de no haber endeudado al país ni subido los precios de la gasolina, de que la gente está esperanzada y contenta. Por su lado, organismos económicos especializados anuncian un crecimiento del PIB para 2022 apenas por arriba del 2% y 1.4% para 2023, que de abril a junio fueron retirados 5 mil 74 millones de dólares en inversión de cartera acumulando 9 trimestres al hilo en salida de capitales, que la deuda pública neta desde 2018 a la fecha ha aumentado 24.7% -billón de pesos por año-, que la gasolina sigue aumentando -aun con el impuesto subsidiado-, que los proyectos emblemáticos -AIFA, Dos Bocas y Tren Maya han absorbido significativa parte de la ya menguada inversión pública y con gran duda sobre el costo total, la terminación y la rentabilidad de las mismas.

De persistir la guerra de las marchas, entonces sí, México estará en la calle.

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