A los llamados baby boomers –los nacidos entre 1946 y 1964– nos ha tocado remar contra corriente en materia económica. Evocando al México de mis recuerdos, la vida entonces transcurría apacible, guiados por un desarrollo estabilizador , impulsor de la economía nacional, apoyo de la industrialización y de la sustitución de importaciones, lo cual propició un crecimiento económico promedio anual entre 1954 y 1970 del 6.6%-3.4% per cápita-, con inflación promedio del 2.2 por ciento.
El hechizo estabilizador –la secretaría de Hacienda fungía como algo parecido a una vicepresidencia económica– de aquel entonces se estrelló de frente contra el populismo de Luis Echeverría , continuado por la frivolidad de López Portillo y rematado por la tecnocracia de Miguel de la Madrid. Fue en horas previas al último informe de gobierno de LEA cuando la inamovible paridad de 12.50 pesos frente al dólar sostenida por 22 años, fue devaluada a cerca de 20 pesos. Y de allí pa’l real. López Portillo , defensor del peso “como perro” lo elevó a 149.25 pesos por dólar y Miguel de la Madrid lo disparó a un valor de 2 mil 298 pesos por dólar. Fue Carlos Salinas quien propuso al Congreso quitarle tres ceros a nuestra moneda a partir de 1993, estableciendo transitoriamente la figura de nuevo peso. De entonces a la fecha la moneda mexicana se ha venido resbalando frente al dólar, hasta llegar los recientes días a rebasar los 25 pesos por dólar, lo cual en términos reales significa que el valor de nuestra moneda frente al dólar en 44 años –los 44 años productivos de los baby boomers– pasó de 12.50 a ¡25 mil pesos por dólar!
Las luces ámbar en los distintos índices económicos nos advierten que el taxímetro seguirá andando, es decir, el dólar podría seguir apreciándose –como ha sido usual– frente al peso y lo más inquietante es que no se vislumbra la menor señal de que el gobierno habrá de rectificar con respecto a la continuidad de aquellos proyectos predilectos del Ejecutivo, exentos de contingencia epidémica que lo impida. La obstinación de irse por la libre sin atender precisas propuestas de líderes empresariales y de expertos profesionales, podría desplomar la economía entre 7 y 10% del PIB con la consecuente pérdida de aproximadamente un millón de empleos, derivado de la falta de apoyo a empresas y trabajadores en el imprevisto trance ocasionado por el Covid-19 . Por cierto, el anuncio presidencial relativo a la creación de 2 millones de empleos en los próximos 9 meses suena disparatado. Dicho volumen de empleos no tiene antecedente, ni siquiera en tiempos de bonanza. Además la mayoría de las plazas de trabajo provienen de las empresas, mismas que están mas por despedir que por contratar.
El realismo de los hechos –sin excepción– se impone a la ilusión de las promesas. Las principales cuatro fuentes de ingreso de moneda extranjera del país le han propinado tremendo golpe a nuestras finanzas: Desplome de las exportaciones manufactureras a Estados Unidos. Declive de los precios del petróleo. Caída del turismo. Disminución de las remesas. Agreguemos la pérdida de confianza entre los inversionistas extranjeros ya alertados por las políticas económicas nacionalistas mostradas por la 4T .
Ni el más imaginativo guionista hubiera creado un más intenso argumento del último medio siglo mexicano. Contiene populismo, inflación, devaluación, frivolidad, corrupción, tecnocracia, neoliberalismo, relevo de partido hegemónico, desilusionante oposición, vanidad y más populismo pero corregido y aumentado.