Al presenciar el pasado martes a Joe Biden rendir su informe anual sobre el Estado de la Unión en el Capitolio de Washington , sentí una mezcla de envidia con pena, principalmente porque el presidente acude personalmente a cumplir con su encargo, avanzando por el recinto, saludando sin distingo a legisladores demócratas y republicanos ubicados en su camino al estrado. En su mensaje, Biden repetidamente fue interrumpido por indistintos aplausos de unos y otros. Destaco un párrafo: “A mis amigos republicanos, si pudimos trabajar juntos en el último Congreso, no hay razón para que no podamos trabajar juntos en este nuevo Congreso. La gente nos envió un mensaje claro, pelear por pelear, buscar poder por el poder, buscar el conflicto por el conflicto, no nos lleva a ninguna parte”.
En nuestro país, el último informe en que estuvo presente el Presidente de la República fue el V Informe de Vicente Fox en 2005. Los presidentes, desde entonces, no se apersonan ante el Congreso por evitar ser blanco de la insolencia y falta de respeto de la oposición -cualquier oposición-. Adolecemos de la madurez democrática para respetar el disenso entre seguidores de diversas corrientes políticas, no hemos entendido que el Presidente debe dejar de entrometerse y mantener vínculos con el partido que lo postuló, gobernando para todos los mexicanos por igual.
La efervescencia mañanera de AMLO lo lleva irremediablemente a reprender la corrupción e hipocresía imperante durante 36 años en que los conservadores se dedicaron a saquear el país. El “no somos iguales” implica que los morenistas de la 4T pertenecen a otro código postal, que México ya cambió, que la corrupción desapareció, que el pueblo ya despertó. AMLO suele tocar madera ante la eventualidad de que los conservadores regresen. En tanto, varias corcholatas se han destapado recorriendo el país, manifestando no estar en campaña, sino atendiendo asuntos concernientes a su actividad normal.
En tanto la coalición Va por México sigue deshojando la margarita , el inescrutable líder del PRI atajando rebeliones internas, el líder del PAN adoleciendo justamente de liderazgo y de transparencia, el PRD arrinconado por sus propios coligados. Por su parte Movimiento Ciudadano con la presunción de tener entre los suyos la carta ganadora, sin requerir aliados. Qué quede claro, aun con un único candidato de unidad, el triunfo electoral sería una proeza…pero con dos sería entregar la plaza.
En tal entorno, ante la inminente elección de 2024, surge el movimiento Colectivo por México , apartidista, contrario a la manipulación de la verdad, al uso político de la pobreza, violencia e impunidad, indignado por la actuación de los partidos, el creciente militarismo, el deterioro de servicios e instituciones, embates a la ciencia, arbitrariedad en el ejercicio del poder y discrecionalidad en la aplicación de recursos públicos. Diego Valadés: “Cambiemos el rumbo, hagámoslo mediante instituciones que restauren el Estado de derecho, la igualdad, la confianza, la convivencia en paz y con bienestar y lealtad democrática de los gobernantes”.
Condición sine qua non para tener éxito es el manejo del tiempo, para que los proyectos y los planes cuajen. ¿Cuándo será tiempo de conocer al oponente de las corcholatas, su plataforma de gobierno, sus ideas y sus objetivos?
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