Posiblemente la marca distintiva del estilo personal de López Obrador son las mañaneras, las que muy posiblemente se prolongarán por al menos un sexenio más.
Las mañaneras han impactado significativamente en la dinámica de la comunicación política del primer mandatario con sus gobernados -especialmente con sus seguidores-, conformando una plataforma para enfrentar las críticas; su cotidiana presencia ante las cámaras lo popularizó al tope; la reiterada exposición, a modo y sesgada, de sus distintos planteamientos lograron influir en el criterio de buena parte de la audiencia. Las mañaneras han reducido la intermediación de los medios de comunicación tradicionales, llegando a controlar el presidente la agenda informativa, dirigiendo sus mensajes en forma directa al público, opacando la cobertura y análisis de agencias informativas, periódicos, radio y hasta redes sociales. No obstante, AMLO suele incurrir en exageraciones e inexactitudes –“yo tengo otros datos”- generando controversias y críticas, además de desahogar sus animadversiones y rencores acumulados a lo largo de su travesía hacia la presidencia, su desprecio a la clase media aspiracionista, al conservadurismo, a los fifís y los machuchones, a los oligarcas que se creen dueños del país y que desprecian al pueblo, a los corruptos que robaron impunemente durante 36 años de gobiernos neoliberales y que nada o poco hicieron a favor de México.
Convencida de tener una comunicación directa con sus gobernados, la virtual presidenta Claudia Sheinbaum ordenó una encuesta para evaluar la continuidad de las mañaneras, y de ser así, la frecuencia y horario con las que éstas deberían de llevarse a cabo. El resultado arrojó que las mañaneras sigan y a la misma hora. Difícilmente la doctora Sheinbaum permanecería cotidianamente durante tres horas frente a un micrófono en cadena nacional, abordando cualquier tema, su acotado historial político y su personalidad no se prestan a echar rollo, salirse por la tangente, exhibir información privada de periodistas, atacar a medios de comunicación, repetir hasta la saciedad historias del siglo XIX y/o irse a la yugular de supuestos adversarios. Lo razonable sería una rotación de altos funcionarios que expongan en días sucesivos lo concerniente a sus carteras, respondiendo preguntas concretas, en presencia, o no, de la señora presidenta – ¿recuerda la obra representada por Gonzalo Vega? -.
Las mañaneras, para fungir como eficaz instrumento de gobierno, habrían de cumplir con las siguientes condiciones: Designar a un experimentado y competente coordinador de Comunicación para encargarse de la organización, calidad y precisión de la información presentada, planeando cada conferencia con temas específicos y datos verificables. Transparentar los datos y sopesar las observaciones expuestas y en caso de proceder, rectificar de manera pública y oportuna. Promover la diversidad de expertos en los distintos temas, con la participación de periodistas y medios plurales para promover la comunicación abierta y crítica.
Claudia Sheinbaum iniciará su mandato sin cuentas por cobrar a adversario alguno, sin rencores ni resentimientos, será una presidenta fresca persuadida de la ideología de un movimiento de izquierda, pero con la enorme oportunidad de incorporar ideas propias, de modificar lo que no ha funcionado y seguramente no funcionará y principalmente, con el reto de sumar voluntades, pugnando por brillar con luz propia sin ser apéndice del presidente que se va.