Menciono un ejercicio de la materia universitaria “Debate” en que al alumno se le encomendaba indistintamente defender o rebatir un mismo hecho, es decir, argumentar a favor o en contra de determinada situación.
Uno de los principales reclamos del presidente López Obrador en sus campañas presidenciales fue el incipiente crecimiento promedio del 2% del PIB anual durante el periodo neoliberal. En reciente declaración, refiriéndose al PIB, AMLO sostuvo que hay que cambiar con todo eso y no creer tanto en esas cosas, esos términos deben entrar en desuso, en vez de crecimiento hay que hablar de desarrollo, en vez de PIB hay que hablar de bienestar, en vez de lo material hay que hablar de lo espiritual. Suena bien, pero si nuestro crecimiento es negativo ¿podemos jactarnos de desarrollo? Si nuestro PIB es negativo podemos alardear de bienestar? Si en lo material estamos quebrados ¿nos basta refugiarnos en lo espiritual?
Ante el tsunami pandémico y financiero que nos embiste corresponde reaccionar de manera rotunda, no son ni la retórica ni los minipréstamos selectivos los milagrosos elíxires que nos salvarán. Es en esta circunstancia que el Consejo Coordinador Empresarial planteó un acuerdo nacional para instalar un consejo de emergencia económica por medio del cual reorientar el gasto público y establecer puntuales incentivos fiscales y económicos porque “México está recibiendo un impacto negativo de graves consecuencias, que llevaría a un daño incalculable en las finanzas públicas”. Dicho consejo, inspirado por el Consejo de Salubridad General, promovería y coordinaría las acciones requeridas para sostener a las empresas y a las cadenas de valor. Se propone establecer un inmediato fondo de factoraje a favor de las mipymes y reorientar el gasto público, incrementando la deuda entre 0.5% y 5% del PIB. Esta petición de incurrir en un endeudamiento responsable se justifica en que por la propia crisis, la deuda existente ya crece y los ingresos del gobierno disminuyen. Otra prioridad sería proteger al afectado sector turístico, incluyendo hoteles, líneas aéreas y restaurantes. Se insta al gobierno a definir mecanismos y tiempos de reapertura a la brevedad, dándole prioridad al financiamiento empresarial en sectores primordiales. Se insiste en acelerar la devolución del IVA y agilizar el pago a proveedores del gobierno. Se agregan otras sugerencias a mediano plazo, sumando en total 68 ideas susceptibles a convertirse en políticas públicas.
Resulta imperiosa una realista evaluación del presente del país y los chances a futuro. El petróleo ha dejado de ser negocio y probablemente ya no lo será. Pemex perdió 562.2 mil millones de pesos sólo en el primer trimestre del año, incrementando su deuda en 480 mil 795 millones. La deuda pública como porcentaje del PIB en el mismo lapso se elevó casi 4 puntos —de 44.8% a 48.7%—, sumando 11 billones 860 mil millones de pesos. Sin pedir prestado, por una estimación menor del PIB, se da como resultado una menor base y por consiguiente el incremento de la razón financiera de deuda. Según BBVA la deuda pública al final de 2020 significará 54.2% del PIB.
A bote pronto AMLO se refirió al proyecto del CCE anteponiendo la rectoría del Estado, sosteniendo que ningún grupo le puede imponer políticas al Estado, los empresarios deben asumir la responsabilidad de la posible quiebra de sus negocios. No se regresará a tiempos del Fobaproa. Su compromiso es con los necesitados. Pregunto: Si quiebran empresas, ¿no habrá más pobres y menor recaudación? Mal presagio cuando la perseverancia se convierte en obstinación. Debe existir la forma de que jalemos parejo.
Analista político