El discurso oficial desde Palacio Nacional proclama el orgullo de estar viviendo momentos estelares de nuestra historia, resaltando la revolución de las conciencias, el fuera máscaras, en los que el pueblo ya despertó, habla, elige y decide, a pesar del rancio pensamiento conservador, cuya verdadera doctrina es la hipocresía, creyendo que no vale igual el voto de un campesino que el del potentado.
Ahora, con motivo de su Cuarto Informe de Gobierno —su enésimo— el presidente López Obrador reveló la decisión de bautizar la actual forma de gobierno como “humanismo mexicano… Poco a poco lo iremos definiendo porque necesitamos heredar una teoría propia”. Parece un tanto pretencioso recargarse en el término “humanista” para insertar al presente gobierno, el humanismo refleja un comportamiento de exaltación al género humano, considerando trascendentes al arte, a la cultura, al deporte, incorporando los distintos valores humanos universales, buscando la transformación del pensamiento crítico y propositivo. Humanista es quien fomenta el desarrollo del ser humano siguiendo la huella de grandes pensadores. ¿Es humanista el gobierno que denuesta y señala como adversarios a quienes piensan distinto? ¿Es humanista alentar la polarización entre gobernados? ¿Es humanista criticar a quienes aspiran a una mejor calidad de vida? Es inoportuno ostentarse como humanista cuando en cuatro años se han acumulado 4 millones más de pobres, cuando a julio pasado ascienden los asesinatos violentos a 122 mil y los asesinatos de mujeres 13 mil, cuando el Covid arrastró con alrededor de 700 mil vidas, la quinta cifra de muertes más alta del orbe, cuando 15 millones de personas dejaron de tener acceso al sistema de salud pública.
Complemento el presente editorial con el reporte “Diagnóstico de México: obscuras perspectivas” publicado por la organización ciudadana Signos Vitales —integrada por reconocidos académicos— el cual considera que el gobierno de AMLO enfrenta 7 serios problemas —les llama cánceres— que amenazan la continuidad del régimen democrático y afectan el adecuado funcionamiento de la economía y del desarrollo social. El primer cáncer es la falta de estado de derecho, quebrantado por el mismo Presidente y buen número de importantes funcionarios. El segundo cáncer es el debilitamiento de contrapesos democráticos, evidenciado por el desmantelamiento de organismos autónomos con significativas reducciones de presupuesto. El tercer cáncer es la militarización, con la transferencia de la Guardia Nacional a la Sedena y la creciente participación de soldados y marinos en múltiples tareas. El cuarto cáncer es la crisis en las finanzas públicas, agravado con la inyección de recursos a Pemex y a la CFE para paliar sus pérdidas. El quinto es el deterioro de la salud y la educación, por la mala gestión durante el Covid-19 y el fallido intento de sustituir el Seguro Popular. El sexto es la presión sobre el sector energético ocasionado por la disminución de la producción petrolera y el bloqueo a la inversión privada, sobre todo en aguas profundas. El séptimo es el descuido y desatención al medio ambiente, a los recursos naturales y al cambio climático.
Resulta incongruente referirse al Humanismo Mexicano cuando el país se ve imbuido en los cánceres o problemas expuestos, lo procedente es humanizar el humanismo, afrontando la realidad sin desviarse riñendo con adversarios ficticios.
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