El desdén que ha manifestado tradicionalmente AMLO por los organismos electorales, en el presente caso hacia el INE, se remonta a tiempos en que hacía sus pininos en Tabasco, rebelándose contra resultados electorales adversos. Siendo dirigente del PRD, en junio de 1991, organizó una marcha hacia la Ciudad de México protestando y exigiendo reconocimiento de los triunfos locales de su partido en los municipios de Cárdenas, Nacajuca y Macuspana, en Tabasco. En noviembre del mismo año encabezó el Éxodo por la Democracia hacia la Ciudad de México como protesta del fraude electoral efectuado por Salvador Neme Castillo. “Repudio al fraude electoral, exigimos triunfo del pueblo”. “Este país no avanza con procesos electorales, avanza con movilizaciones sociales”.

La sospechosa caída del sistema en las elecciones de 1988, cuyo resultado adverso a Cuauhtémoc Cárdenas dejó serias dudas —ya era insostenible ser juez y parte de las elecciones— precipitó la reforma electoral en 1989-1990 en que se creó el IFE —transformado en 2014 en INE— y el Tribunal Federal Electoral, otorgándoles la autonomía para que conjuntamente con la ciudadanía se hicieran cargo de realizar elecciones. Igualmente se fijaron reglas para limitar aportaciones de fondos de campaña. Casual o no, pero justamente en 1997 fue electo el candidato opositor del PRD, Cuauhtémoc Cárdenas, como primer Jefe de Gobierno del entonces Distrito Federal y en el 2000 Vicente Fox, opositor panista, resultó electo Presidente.

El INE a través de consecutivas elecciones ha borrado los destellos del fraude electoral, en la percepción pública resulta el organismo público más confiable, quedando desterrada toda duda sobre la actuación del árbitro electoral, elaborando un padrón electoral confiable, una credencial para votar segura, en que los muertos no votan. AMLO ha fustigado al INE por mantener una estrategia golpista y antidemocrática, por no haber promovido la consulta de revocación de mandato, por el alto sueldo de los Consejeros, por dilapidar el dinero del pueblo, por buscar debilitar la figura presidencial, por negar información, por ser parciales, por actuar como jueces y no como demócratas.

Por todo esto, López Obrador en búsqueda de una democracia plena, decidió presentar una Reforma Electoral ante la Cámara de Diputados para garantizar elecciones limpias, libres y sin fraudes, buscando evitar gastos excesivos y abaratar el costo de las elecciones, evitando que los Consejeros se dirijan por consigna propia y no por intereses del pueblo y la democracia, “que encontremos, que sí los hay, mujeres, hombres íntegros, rectos, demócratas, sinceros, para que sean los que conduzcan los procesos electorales”. Reforma Electoral propuesta por AMLO: Crear el Instituto Nacional de Elecciones y Consultas, candidatos propuestos por los tres poderes de la Unión, 7 Consejeros electorales —en lugar de 11— designados por voto popular, eliminar 200 de los 500 diputados quedando 300, eliminar 32 de los 128 senadores quedando 96, además de reducir el financiamiento a los partidos políticos.

Arduo y difícil ha sido el camino democrático emprendido, qué prisa por cambiar en vísperas del 2024 las reglas del juego, ¿Acaso no funciona —y funciona bien— el actual sistema electoral?

Jesús Reyes Heroles: “La intolerancia sería el camino seguro para volver al México bronco y violento”.

Analista

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