Dentro de 185 días Andrés Manuel López Obrador se establecerá de manera permanente en Palenque, Chiapas, luego de haber sido figura prominente de la política nacional a lo largo de casi un cuarto de siglo. ¿Podrá cumplir su palabra y mantenerse al margen de las decisiones de su sucesora y del rumbo al que conduzca al país? De ser Claudia Sheinbaum quien resulte victoriosa, ¿se resignará López Obrador a ver los toros desde la barrera resistiendo cualquier tentación interventora? De ser Xóchitl Gálvez la ungida, ¿se quedará AMLO como piedra contemplando la cancelación de gran parte de sus logros y de sus proyectos? Difícilmente AMLO resistirá el ostracismo, su naturaleza no lo permitirá.

“Haiga sido como haiga sido”, López Obrador, oriundo de Macuspana, Tabasco, gobernó el entonces Distrito Federal a partir del año 2000, para luego catapultarse, tras el frustrado desafuero fraguado desde Los Pinos a competir por ser presidente de México en 2006. A la fecha, AMLO insiste en que Calderón le robó la presidencia, al igual que se considera víctima de fraude en 2012 en que compitió contra Peña Nieto. La tercera fue la vencida y finalmente López Obrador logró la presidencia en 2018.

Con el arribo de AMLO a Palacio Nacional -primer testimonio del cambio-, surgieron una serie de expresiones utilizadas como verbales proyectiles del cotidiano discurso oficial: Cuarta Transformación, adversarios, neoliberales, neoporfiristas, conservadores, oligarcas, tecnócratas, corruptos, rapaces, enemigos del pueblo, clasistas, racistas, fifís, chairos, fachos, peleles, ternuritas, mafiosos, machuchones, maiceados, reverendos ladrones, matraqueros, chayoteros, requetebién, malos de malolandia, entre otros adjetivos. En efecto, la constante repetición de palabras y frases ocasionan que éstas se infiltren en el inconsciente colectivo, siendo el presidente quien insiste en que son sus adversarios los que repiten mentiras, hasta que las mismas se convierten en verdad, o sea, quién repite una y otra vez lo mismo, acusa a sus críticos de machacar sus trillados argumentos hasta que se convierten en verdad. Gabriel Zaid se refiere a AMLO como “un artista del desprecio y la descalificación”.

A pesar de las resoluciones del INE en contra de la intervención del presidente en el proceso electoral, incluso pidiendo eliminar o modificar varias mañaneras por pronunciamientos del Ejecutivo relacionados con dicho proceso - palo dado ni quien lo quite-, AMLO continúa -y continuará- entremetiéndose en el proceso. Por ejemplo: “Como ya no puedo decir “oligarquía corrupta” -lo está diciendo- ahora digo “conservadores corruptos”.

¿Será casual la reiteración por parte de AMLO sobre un eventual golpe de Estado técnico? : “No se podría anular una elección porque no hay ningún motivo…solo que la irracionalidad nos llevaraá una situación extrema que sería el equivalente a un golpe de Estado técnico, pero sería como soltar a un tigre o a muchos tigres…Ellos

pueden estar tramando cosas porque los corruptos a veces no piensan, traman”. No existen motivos ni antecedentes en nuestra democracia para aventurar sobre la posibilidad de un golpe de Estado, a no ser que se pretenda sembrar zozobra y dependiendo de las eventuales vicisitudes electorales, sean otros quienes elucubren sobre un golpe de Estado en supuesta defensa del pueblo.

Inquieta en no pocos casos que ellos somos nosotros.

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