Al presidente López Obrador le calentó la publicación del Wall Street Journal referente a que México es país de un solo hombre. Respondió: ¿Cuándo México fue país de un solo hombre? Cuando Antonio López de Santa Ana, que fue 11veces presidente y cuando Porfirio Díaz, el ídolo de los conservadores, que gobernó por 34 años.
Ciertamente, la continua presencia de AMLO lo coloca en el centro de la noticia desde el púlpito en el cual expone, predica, advierte, conmina, fustiga y reitera cuanto tema surja. ¿Podría equipararse la fuerza política de López Obrador y Morena con la de algún presidente de México en los sexenios dorados del PRI, al México al cual aludió Mario Vargas Llosa refiriéndose a la dictadura perfecta? El presidente de la República en tiempos del PRI concentraba todo el poder, mismo que a partir del destape del candidato -sucesor- por él designado, comenzaba a menguar conforme el ungido se iba empoderando a su vez. Y así sucesivamente, todo el poder sexenal, ni un minuto más. Nos habituamos a un orondo PRI, dueño del balón, que imponía y se imponía en toda elección. Recordemos cuando en tiempos de López Mateos se instauraron los diputados de partido intentando simular una democracia legislativa o cuando José López Portillo fue candidato único en su elección presidencial. Ni el más fatalista agorero hubiera imaginado al PRI confundido entre mediocres partidos de oposición, con una raquítica representación legislativa de 61 miembros en conjunto en ambas cámaras.
El presidente López Obrador brilla con luz propia, por encima del partido que lo apoya, más bien del partido que en él se apoya. Aún con la merma de popularidad de LO al 58%, el bono de la esperanza se mantiene inalterable, quedando como avales los programas sociales de ayuda directa. Que no quede duda, más bien, queda la duda si terminando su mandato, AMLO hará mutis de la vida pública y se marchará a su rancho.
¿Morena tendrá la cuerda que en su oportunidad tuvo el PRI? o simplemente 2018 fue el instante coyuntural propiciado por la podredumbre y desgaste de los partidos tradicionales, principalmente de la probable última oportunidad del PRI en el poder. Y es que finalmente el gran elector de López Obrador terminó siendo el mismísimo tricolor encarnado por Peña Nieto y ciertos acompañantes, tales como los Duarte, Lozoya, Robles, Borge, entre otros desprestigiados más. Es en estas circunstancias en que el PRI con más pena que gloria conmemoró su 91 aniversario, ocasión utilizada por su líder Alejandro Moreno para agregar otra perla al rosario: “Las desviaciones son de los individuos y no de las instituciones. Se corrompen las personas de cualquier partido, pero no las instituciones, ya basta de escudar su ineficiencia echándole la culpa al PRI”. O sea, ¿las personas pueden ser deshonestas, en tanto, las instituciones permanecen incólumes?
Las próximas elecciones legislativas de 2021 reflejarán si es que Morena llegó para quedarse. Tal como lo hemos expuesto, la oposición navega sin rumbo fijo; el PRI anda groggy por el ring sin recuperarse del knock out, al PAN le crecieron los enanos y se disputarán los limitados votos con México Libre, Movimiento Ciudadano está en la búsqueda de si mismo, el PRD ¿existe?, y la chiquillada, incluyendo a los Verdes, paleros de Morena.
Morena complementa a López Obrador. Imagínese, un país es de un solo hombre… y que además éste no se pertenezca.