Hablemos de la “corrupción moral”, específicamente en el Poder Legislativo, en que diputados y senadores faltan a su deber cívico y ético al anteponer intereses partidistas o personales sobre el bienestar común y la representación democrática. Hablemos de la falta de integridad e independencia al acatar órdenes partidistas sin cuestionarlas, en lugar de tomar decisiones alineadas con los intereses de sus electores. Hablemos del Congreso, el supuesto espacio para el debate y la pluralidad, para votar con autonomía, de acuerdo a principios y necesidades de los electores. La corrupción moral se manifiesta nítidamente en el voto en bloque, el voto dirigido desde el olimpo político, el voto que traiciona todo valor democrático, subestimando la integridad del legislador, exhibiendo su carencia de valor civil para desafiar consignas partidistas. Hoy, con pesar, observamos cómo la corrupción moral socava la confianza ciudadana en el Congreso y en los procesos democráticos, cómo irreductiblemente se eliminan los imprescindibles contrapesos, condición sine qua non que le da sentido a la democracia.

Apenas Morena y sus aliados ejercieron su inflada mayoría, aprobando la extensión de la Guardia Nacional bajo control militar y la reforma judicial con la correspondiente elección popular de jueces, cuando contra todo pronóstico y sensatez, reeligieron a la incompetente Rosario Piedra, al frente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, la peor evaluada entre 15 aspirantes, la falsificadora de una carta de recomendación con el supuesto respaldo del obispo Raúl Vera, la causante de que seis miembros del Consejo Consultivo renunciaran. En la terna a elegir, participó Nashieli Ramírez -la mejor evaluada-, probable preferida de la presidenta Sheinbaum, por haber coincidido en la CDMX, siendo Nashieli la titular de la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México. Sin embargo, el coordinador Adán Augusto López ordenó a sus huestes votar por la aspirante cuyo mérito es ser hija de Rosario Ibarra de Piedra. Cuando menos la mitad de los senadores de Morena y sus aliados se mostraban reacios a la permanencia de la actual titular en el cargo, pero finalmente se aplicó la máxima de que “donde gobierna capitán” y por 87 convencidos y contundentes votos, de manera democrática, la descalificada titular de la CNDH fue reelecta por un nuevo quinquenio. ¿Habrá un dedo más largo que el de la habitante -sí, con e- de Palacio Nacional?

Y aun hay más, Morena y aliados gestan otro duro golpe a la democracia, pretendiendo desaparecer organismos autónomos clave, los cuales fueron creados para actuar como contrapeso al poder del Ejecutivo, asegurando el cumplimiento de principios de transparencia, de legalidad, de derechos humanos y de competencia económica. Esta acción significaría un retroceso en la necesaria rendición de cuentas del gobierno y un fuerte impacto a la confianza en las instituciones públicas y el equilibrio de poderes.

Hablemos de la corrupción moral que significaría el otorgar excesivas facultades al Poder Ejecutivo, lo cual vulneraría el equilibrio de poderes, afectaría la ética democrática, propiciaría el abuso de poder, facilitaría la arbitrariedad y fomentaría la corrupción, todo ello en detrimento de los derechos ciudadanos.

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