Aludo a la materia universitaria “Debate”, en la cual dos estudiantes pasan al frente del salón, fungiendo uno de ellos como defensor y el otro como fiscal de determinada controversia, con el propósito de convencer a la audiencia, independientemente de su particular convicción.

Un día aparentemente normal en Culiacán, en el intento de la Guardia Nacional por capturar al narco Ovidio Guzmán y según parece a su hermano Archibaldo, ambos hijos del Chapo Guzmán, de la nada, miembros del acertadamente llamado crimen organizado —entre 700 y 800 delincuentes— convirtieron las calles y avenidas en violento campo de batalla, disparando indistintamente con armas de alto poder y lanzando ráfagas de metralleta desde acondicionadas camionetas pick up, colocando vehículos como barricadas luego incendiados y calcinados. La Unidad Habitacional Militar, hogar de 140 familias de soldados fue sitiada, en tanto el ruido ensordecedor de las detonaciones y los gritos de pánico de la indefensa población se propagaban por doquier. Resultado: 14 muertos, 16 heridos, 7 policías desaparecidos, 9 vehículos incendiados, 19 bloqueos, 14 agresiones a fuerzas policiales, un helicóptero baleado, 55 reos fugados y un penal tomado. Pregunto: ¿Cómo le hace el crimen organizado para resguardar en una zona urbana su cuantioso arsenal y notorio parque vehicular sin que la autoridad policiaca lo advierta? ¿Tan fácil es asaltar un penal?

Entrando al debate, asumiendo el papel de defensor de la liberación de los delincuentes capturados: Se protegió ante todo la vida de las personas, restableciendo la tranquilidad de las familias, evitando un mayor derramamiento de sangre. AMLO: “No se trata de masacres, eso ya se terminó… no se puede apagar el fuego con el fuego… quién usa la fuerza no tiene autoridad moral… que digan que faltaron pantalones, que nos humillaron, eso no es nada ante un señalamiento de ordenar un exterminio”. Felipe Ángeles: “Hay algo frágil, débil, pero infinitamente precioso, que todos debemos defender, la vida”.

En la postura de fiscal, opuesto a la liberación de los delincuentes capturados: Se sucedieron una cadena de fallas gubernamentales quedando en evidencia la complicidad de algunos soldados con sicarios en plena refriega. El intento de captura procedió de una orden con fines de extradición solicitada por Estados Unidos. Fue notoria en el fallido operativo la falta de un previo trabajo de inteligencia, las fuerzas policiacas no estaban coordinadas ni existían los requeridos protocolos de actuación. El secretario de Seguridad, Alfonso Durazo, en sus distintas versiones admitió fallas en el abortado intento de captura. El secretario de la Defensa Nacional, Luis Crescencio Sandoval, asumió errores de planeación y de previsión de reacción de sicarios, además de no haber puesto al tanto a mandos superiores —incluyendo al Presidente— en relación al frustrado, lento e improvisado operativo. El gobierno local fue incapaz de coadyuvar en frenar la ofensiva del narco. La mejor manera de proteger vidas y evitar el derramamiento de sangre es planeando minuciosamente la estrategia a seguir, sin precipitarse para luego claudicar vergonzosamente.

Cierto, existen contundentes argumentos tanto para justificar la liberación de delincuentes como para condenar dicha resolución. Por supuesto que la vida humana es sagrada, pero también es cierto que no debe agitarse el avispero sin calcular las consecuencias para luego ufanarse de ser prudente porque pudo estar peor.

Más allá de argumentar a favor o en contra de los sucesos de Culiacán, consideremos que la autoridad, para seguir siéndolo, no debe ni puede ceder ante el crimen. Ceder es conceder.


Analista político

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