Queda la impresión de que relevantes decisiones de Estado son asumidas mañaneramente de forma intempestiva conforme avanza la alocución presidencial . Así es como de la nada, surgió antier la mención de darnos una “pausa” en nuestras relaciones con España para respetarnos, para que dejen de vernos como tierra de conquista, que nos tardemos en que éstas se normalicen, cuando menos hasta el final de sexenio: “Nos va a convenir a los mexicanos y a los españoles, era un contubernio arriba, una promiscuidad, económica, política, como por tres sexenios seguidos y México llevaba la peor parte, nos saqueaban”. Abundó el presidente sobre el favoritismo de Fox por Iberdrola, de Calderón por Repsol y de Peña por OHL, dejando entrever los cochupos reinantes entre empresas españolas con políticos y empresarios mexicanos pertenecientes a la mafia del poder. “Sí queremos tener buenas relaciones con todos los pueblos del mundo, pero no queremos que nos roben”.

La historia de las relaciones con España no tiene parangón con la de ninguna otra nación, se trata de la Madre Patria, a la cual nos unen raíces profundas, afectivos lazos sanguíneos, una lengua común, ciencia, arte, cultura, una religión -católica- prevaleciente, parentescos cruzados, la cocina, aficiones comunes como el fútbol y la fiesta brava. España significa el segundo inversor en México -sobre 76 mil millones de dólares-, así como México es el segundo inversor fuera de Europa en España y el primero de latinoamérica, basta mencionar a empresas como Cemex, Bimbo, Sigma Alimentos, entre otras. Destaquemos orgullosamente nuestra Casa de México en Madrid. España es el punto de entrada de México a la Unión Europea, como México -socio estratégico- lo es para España en Latinoamérica. Apenas unos meses atrás el canciller Marcelo Ebrard intercambiaba elogios en Madrid con su contraparte española resaltando nuestros vínculos económicos, políticos, sociales, culturales, de cooperación y de solidaridad.

Esta radical decisión de pausar -innovador término diplomático- relaciones con España, seguramente procede de un arrebato visceral, sin haberlo consultado previamente con el canciller ni con otros cercanos miembros del gabinete o confiables consejeros. Suponiendo sin conceder que determinadas empresas españolas hayan infringido leyes de México, así como contratos previamente signados, ¿acaso no existen leyes y tribunales sancionadores? ¿Es menester “pausar” relaciones con España completa? ¿O será que quedó clavada la espina de que el rey Felipe VI no haya solicitado disculpas por abusos y vejaciones cometidas durante la Conquista de cinco siglos atrás, rechazando España con toda firmeza tan insólita petición, sosteniendo que no puede emitirse un juicio a la luz de consideraciones contemporáneas?

El canciller español José Manuel Albares se mostró sorprendido - ¿quién no? - por las inesperadas declaraciones del presidente de México, destacando que las relaciones entre ambos paises van más allá de declaraciones súbitas y que lejos de estar en pausa, el flujo de inversiones no ha hecho más que crecer los últimos años. “El gobierno español no ha hecho ninguna acción que pueda justificar una respuesta de este tipo”, se defenderán los intereses de España en cualquier circunstancia y ante cualquier país”.

México-sí, todo México- ha de "pausar” su relación con toda España por negarse a enmendar los saqueos pasados y presentes perpetrados por ciudadanos y empresas españolas en contra de nuestro país. La pasión debe acompañarse de la razón.

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