El 2024 será año récord en cuanto al número de elecciones, además de México y Estados Unidos, otros 72 países acudirán a las urnas, convocando a la mitad de los habitantes del planeta. México celebrará las elecciones más concurridas de su historia, en total estarán en juego 20 mil 375 cargos, incluida la Presidencia de la República, la cual por primera ocasión recaerá en una mujer.

En este año del desenlace, Andrés Manuel López Obrador redoblará el ritmo en los próximos 9 meses, pugnando por que sea aprobada su iniciativa para que jueces ministros y magistrados sean electos por voto popular, por transferir la Guardia Nacional al Ejército y por recortar el presupuesto al INE –iniciativas que requieren mayoría absoluta–, adicionalmente hará hasta lo imposible por culminar sus proyectos emblemáticos –de no ser así, cuando menos los inaugurará–, por construir un sistema de salud mejor que el de Dinamarca –ahí la llevamos ya con la farmaciotota más grande del mundo–, por reducir el número de homicidios –que más quisiéramos–, por acabar con la corrupción –estamos a punto–, por esclarecer el enigma Ayotzinapa –hasta ahora prevalece la verdad histórica–, por descentralizar las Secretarías de Estado –misión imposible– y alcanzar el crecimiento económico de 4 por ciento –no llegará al 1% promedio sexenal–.

Reiteradamente AMLO se jactó de no aumentar en términos reales la deuda externa como ocurría en el periodo neoliberal, sosteniendo que la clave está en acabar con la corrupción. Veamos, Peña Nieto legó en 2018 una deuda externa de 10.5 billones de pesos, en los primeros cinco años de la presente administración se contrajo deuda por 3.3 billones de pesos, ahora para 2024 la Cámara de Diputados autorizó al gobierno Federal a endeudarse con 1.9 billones de pesos adicionales. En total la deuda sexenal se incrementará en 4.7 billones de pesos, ascendiendo a aproximadamente 15.2 billones de pesos. El secretario de Hacienda se mostró tranquilo porque la deuda externa sigue abajo del 49% del PIB –Peña entregó la deuda en 43.6% del PIB–.

Resulta por demás preocupante que al déficit presupuestal de 3.9% en 2023, se hile otro de 5.4 en 2024 –sería el más elevado desde 1988–, situación que podría llevar a una degradación de la calificación crediticia. Presenciamos las consecuencias del aumento del gasto destinado a prioritarios proyectos emblemáticos, lo cual podría forzar un fuerte recorte al gasto público hacia final del año, es decir, el próximo gobierno Federal se verá precisado a implementar severos recortes financieros.

En el presente año electoral, en buena onda, el Ejecutivo anuncia el incremento del 25% a las pensiones para adultos mayores –6 mil pesos bimestrales– cuando hoy de cada peso gastado por el gobierno Federal, 21 centavos son prestados. Ningún economista recomendaría pedir dinero prestado para regalarlo. Las obras emblemáticas del sexenio están resultando caras e improductivas, el demoler un avanzado proyecto aeroportuario de vanguardia para reemplazarlo con una alternativa chafa, el construir una refinería que aún no refina, el arrasar la naturaleza con un proyecto ferroviario deficitario, el encontrar el hilo negro para revivir Mexicana de Aviación sin atender algún proyecto financiero serio, aliviar al sector Salud con una megafarmacia, todo ello, a la larga, cobra.

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