¿Qué es el neoliberalismo? ¿De verdad fue tan malo como la cacofonía popular repite hoy? Inició hace ya más de 30 años y fue un proceso profundo de transformación económica, clave para entender dónde estamos parados hoy. Antes de las reformas, por más de medio siglo, el caso mexicano fue exitoso, un modelo casi milagroso. Años en los que, coincidentemente, México mantuvo gran estabilidad política. Conforme se agotó el paradigma, el deterioro económico fue tal que la necesidad de reformar, de transformar la economía, era inminente.
Este agotamiento del paradigma económico mexicano vino acompañado del deterioro de la economía mundial. México tuvo que seguir el proceso de transformación económica que el resto del mundo había comenzado 38 años antes con la firma del GATT, sentando así las bases para iniciar este ciclo de reformas económicas, que alcanzaron su auge en el 2000 con el inicio de la alternancia en el poder. Al final, el porvenir económico y el político son indisociables.
Partamos de la política social para hacer el diagnóstico actual. Solidaridad fue el primer programa social en México, el primero en tratar de integrar a todos los agentes a la economía más allá de programas asistencialistas. De ahí, siguieron Progresa, Oportunidades y Prospera, todos bajo la misma línea hasta 2018. Los datos de Coneval muestran que el porcentaje de población en situación de pobreza disminuyó de 1996 a 2018, desde entonces empezó a crecer: 69% en 1996; 51% en 2006; 41.9% en 2018; y 43.9% en 2020. La ruptura con la directriz de desarrollo en 2018 y los primeros meses de pandemia se ven como unas 2.5 millones de familias mexicanas más en situación de pobreza.
En materia de salud, el gran esfuerzo neoliberal se materializó en el Seguro Popular. Desde el 2000, la directriz fue ampliar la cobertura, para después mejorar la calidad de los servicios. Un sistema perfectible, pero que mostró avances hasta ser eliminado: según Coneval, la población en carencia por acceso a servicios de salud pasó del 58.6% en el 2000 a 21.5% en 2012, 16.2% en 2018 y 28.2% en 2020. Hasta antes de la pandemia, la eliminación del Seguro Popular costó que 35.7 millones de personas carecieran de acceso a servicios de salud, 15 millones más que en 2018.
Hay dos reformas clave hasta hoy: telecomunicaciones y energía. En telecomunicaciones se lograron avances importantes. La apertura del mercado alcanzada en 2013 hizo aparecer nuevos jugadores que lo han dinamizado, generando mayor innovación, mejora en calidad de servicios y precios más bajos al consumidor. En energía, la reforma de 2008 inició un importante proceso de transición hacia la innegable realidad mundial: energías limpias. Desde 2018, México ha quedado rezagado y en amplia desventaja con el resto del mundo. En contraste con telecomunicaciones, la inversión en energía está estancada. La óptica neoliberal proyectó que para 2021-2033 habría unos 113,000 nuevos empleos asociados a proyectos de nuevas energías (IED de 24,000 mdd), pero desde 2018 el esfuerzo es contrario: invertir en energías tradicionales, aunque se contamine más y el Estado sea el socio mayoritario o único en sus propios proyectos.
Finalmente, revisemos el crecimiento de la economía. Es interesante que, a la par que las reformas neoliberales se fueron estacionando, también lo hizo el crecimiento. A partir del 2000, la actividad económica se fue frenando hasta estancarse en 2018-2019. Del 5.1% alcanzado en 1999-2000, pasamos al 3.5% en 2012, 2% en 2018 y -0.1% en el primer año del gobierno entrante (2019).
El diagnóstico global es que estamos estancados económica y políticamente. El aprendizaje del proceso de reformas, más allá de promover o culpar de nuestros males a una ideología, debe ser que la economía no es algo estático que deba permanecer sin cambios. La economía demanda cambios de fondo, reformas estructurales, no solo de forma, no solo en discurso. De otro modo, sin reformas estructurales, seguiremos en este gatopardismo: cambiar todo para que nada cambie.
Twitter: @JosePabloVinasM
