En el mundo post-pandemia, las variables macroeconómicas han puesto en duda muchas de las convenciones a las que se habían llegado. Cuando tratamos de explicar los fenómenos observados en la coyuntura económica actual, cada vez es más difícil usar el Ceteris Paribus (del latín “todo lo demás constante”, introducido a la economía por Alfred Marshall). Como los eventos del lunes 5 de agosto pasado, el llamado Black Monday, que hoy podemos resumir como un problema de expectativas a causa de que prácticamente ninguna variable macro ha permanecido constante o mínimamente estable en un largo tiempo. Para entender dicho problema de expectativas hay 3 estadios principales que “nublaron” los mercados financieros y movieron el peso mexicano aquel lunes.
Primero, la economía de nuestros socios-amigos del norte. La pandemia cambió por completo su comportamiento. La respuesta de la administración Biden ha significado un rompimiento con la línea de política económica seguida por presidentes -demócratas y republicanos- en los últimos 40 años: inversión en infraestructura, energía limpia, cuidado infantil y un enorme esfuerzo por remediar los education loans. Los estímulos inyectados a la economía estadounidense lograron la mejor recuperación en el mundo, con un costo que sigue opacando todos los logros de la ‘Bidenconomics’: la inflación. En la inflación se refleja también el problema de expectativas, pues ha disminuido en los datos, pero las y los estadounidenses dicen sentir que se mantiene o ha incrementado (WSJ, 2024). Sobre el otro mandato de la Fed: no se ha cumplido con la meta de creación de empleo, lo que encendió las alertas sobre desaceleración y recesión en la economía de EE.UU..
Vamos de EE.UU. a Japón. Aquí partimos del ‘Carry Trade’, una estrategia de inversión en la que se pide prestado en el país “A”, con tasas bajas y cuya moneda va a perder valor, para invertirlo en el país “B”, con tasas altas y cuya moneda puede ganar valor. En los últimos 17 años, Japón había sido el país “A”, con tasas reales negativas. Esto dejó de ser constante este año, pues van dos veces que el Banco de Japón sube su tasa para tratar de contener la inflación fuera de rango. Así, sube la tasa del país “A”, sube el “precio del dinero”, y esto fortalece su moneda, rompiendo las dos condiciones iniciales del ‘Carry Trade’. El país “B”, el favorito de los inversionistas, es EE.UU.. Si bajan su tasa en señal de que la inflación está cediendo, romperían otra de las condiciones de la estrategia. Como el capital usado en el ‘Carry Trade’ es prestado, hay mucha más aversión al riesgo. Las expectativas sobre estos movimientos provocaron algo común en los mercados: vender porque los demás están vendiendo.
Finalmente, vamos a México. La turbulencia reciente inició con el resultado de la Elección Presidencial. También para los mercados el resultado fue inesperado, lo que restó valor al peso mexicano. A esto se suma que, como reconoció el Secretario de Hacienda, la deuda no ha dejado de crecer. La constante disonancia entre las políticas fiscal y monetaria ha dificultado el panorama inflacionario y hace patente la necesidad de una Reforma Fiscal. Este clima deja ver nuevamente la probabilidad de que la inflación no baje este año (Viñas Maguey, 2024), al contrario. Tras 4 meses con la inflación al alza, un ajuste en la esperada y una Junta de Gobierno dividida, Banxico decidió recortar su tasa. Aquí también se mueven todas las variables.
Nada permanece constante ni en Estados Unidos, ni en Japón, ni en México. Lo único que puede asegurarse es que la volatilidad siga causando turbulencia en las expectativas y en las economías hacia el cierre del 2024. Ante tantos movimientos, recuerdo las palabras de una de mis mentoras cuando hablábamos de la actual coyuntura económica: “Qué difíciles tiempos. Para unos más que para otros, pero qué difíciles.”.
@JosePabloVinasM