En la entrega anterior presenté información que permite sustentar las paradojas del mundo contemporáneo y anticipé que en esta ocasión me referiría al caso de nuestro país, cosa que iniciaré a continuación. En este espacio he insistido y ahora lo reitero: México es un país grande y con grandeza, que sin embargo tiene problemas que es urgente resolver. Dos muy graves y seculares son la pobreza y la desigualdad que nos aquejan. De acuerdo con el índice que mide a la última, estamos en el sitio 146 entre 169 naciones.

Paso a revisar algunos cambios que se han registrado en el país a lo largo de los últimos 50 años. Inicio por recordar que la población de 1950 apenas superaba los 48 millones de habitantes y que se multiplicó en ese tiempo por 2.6 para alcanzar, en el Censo de 2020, un total de 126 millones, casi 80 millones adicionales. En el año base, el porcentaje de ruralidad alcanzaba al 41 por ciento y ahora solo al 21, una disminución de veinte puntos porcentuales, aun cuando en números absolutos hay 6.7 millones más que en 1950.

En estas décadas se registró un enorme cambio en nuestra demografía. La natalidad disminuyó sesenta por ciento, el crecimiento poblacional bajó en dos terceras partes y la edad mediana pasó de 15.2 a 28.5 años. El número de hijos por mujer cambió sustancialmente y pasó de 6.6 a menos de dos. Una de las políticas públicas verdaderamente exitosas ha sido la planificación familiar que, sin embargo, ha dejado grupos importantes con cobertura limitada: el medio rural y la población indígena.

En tres de las grandes dimensiones de la vida humana, vivienda, salud y educación, también se registraron mejorías notables. En 1970 había 8.2 millones de viviendas y en 2020 35.2, en tanto hace medio siglo los porcentajes de hogares con energía eléctrica, agua potable intradomiciliaria y drenaje eran respectivamente 58.9, 61.0 y 41.5, en 2020 las cifras mejoraron de forma importante para alcanzar 98.9, 77.6 y 95.5 por ciento.

En el caso de la educación, el cambio se ejemplifica con el incremento de las coberturas que era incompleta en la educación primaria y que ahora es prácticamente universal. En otros niveles el incremento es destacado, pero insuficiente. El analfabetismo que era y es una de las vergüenzas nacionales y que excluía a más de una cuarta parte de los habitantes de 15 años y mayores, ahora solo lo hace con el 4.7 por ciento. El punto es que antes afectaba a 6.7 millones de personas y ahora a 4.5. México no debe esperar otros cincuenta años para resolver este asunto.

En cuanto a la salud, la esperanza de vida al nacimiento aumentó casi 16 años, la mortalidad infantil disminuyó más de 80 por ciento y la muerte materna también registró una mejoría importante. Una tercera parte de las defunciones estaban explicadas por las infecciones respiratorias y gastrointestinales y ahora las enfermedades cardiovasculares y la diabetes dan cuenta del 37 por ciento de las muertes del país. Desafortunadamente, muchos indicadores de salud se deterioraron durante los últimos seis años.

El sistema político y de gobierno era poco democrático y representativo, autoritario, centralizado y dominado por un partido hegemónico, el PRI, que en la elección de 1952 obtuvo el 74.3 por ciento de los votos y con ello, la Presidencia de la República, las sesenta senadurías y 151 de las diputaciones, esto es, el 95.5 por ciento de los escaños en disputa. En la siguiente entrega exploraré tres de nuestras paradojas: la social, la económica y la política.

Exrector de la UNAM. @JoseNarroR

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