En este espacio he señalado que México es un país grande y con grandeza y que sobran datos y argumentos para sustentar el dicho. Es muy fácil demostrar que, en las últimas décadas, no importa si tomamos tres, cinco o siete, el país ha mejorado en la mayoría de los indicadores utilizados para medir el desarrollo y las condiciones de vida de la colectividad, cuando la comparación se realiza entre los datos de hoy y los correspondientes al pasado. Por otro lado, el país no merece estar donde se ubica cuando nos comparamos con naciones desarrolladas, pero incluso cuando el contraste se hace con países de nuestra región. Para dar algunos ejemplos conviene tener presente que cuando se compara el índice de desarrollo humano en el mundo, México ocupa el lugar 74 entre 189 naciones y que, con 75 años de esperanza de vida y nueve de escolaridad, nos ubicamos lejos de los que ocupan los primeros lugares como Noruega (1), Irlanda y Suiza (2), Hong Kong e Islandia (4) y Alemania (6). En esos mismos indicadores, nuestro país está lejos de Chile (43), Argentina (46), Uruguay (55), Panamá (57), Barbados (58), Costa Rica (62) y Cuba (70).
Los siglos XIX y XX registran momentos en los que se pudo cambiar el curso del desarrollo de México y resolver los graves problemas de siempre. Sin embargo, no se hizo lo necesario para lograrlo. En la mayoría de las ocasiones ni siquiera se planteó, discutió e intentó hacerlo con seriedad. Hoy tenemos una nueva oportunidad. Lo primero que se debe hacer es tener claro el problema, definir objetivos y metas, así como la manera de solucionarlo y los recursos y la organización requeridos para ello. En el planteamiento conviene ser contundente y señalar que en México no debe haber una sola niña de 10 a 13 años embarazada. Que es inaceptable encontrar una familia en condiciones de pobreza extrema. Que no se debe tolerar la existencia de la corrupción o la impunidad y que un solo caso bastaría para sentirnos defraudados. Que el analfabetismo debe estar eliminado entre todos los mayores de 14 años que cuenten con las capacidades para aprender a leer y escribir y que el rezago escolar en los niveles que hoy tenemos debe formar parte de la historia. Que en el país se debe erradicar el hambre, la desnutrición severa y la muerte prevenible. Que no deben existir indigentes y niños en situación de calle.
Lo anterior será posible si todos hacemos lo que nos corresponde. Si nos convocamos y asumimos el compromiso. Si durante una década se aplican políticas públicas probadas, adaptadas a nuestras condiciones y necesidades y a las que se destinen el presupuesto y la organización suficientes y pertinentes y se cuente con sistemas de supervisión y evaluación adecuados. Estoy convencido de que para entrar en esa ruta debemos detener, urgentemente, la división y la polarización que nos afectan y en especial devolver a la política su valor y sus productos: el diálogo y el acuerdo. Para muchos de nosotros el tiempo se agota. Por ello es tiempo de poner en marcha acciones que nos reconcilien con el país. Es tiempo de la generosidad y de pensar en los demás, de realizar la hazaña de mostrar con hechos y no sólo con el discurso que somos dignos de pertenecer a esta gran nación. Son tiempos de lo social y de la política, de imaginar y construir el futuro de nuestros hijos y sus nietos. Son los tiempos de rescatar la grandeza de México.
Ex Rector de la UNAM
Twitter: @JoseNarroR
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