¡México corre el riesgo de fracturarse! Las grandes necesidades de la mayoría, la enorme desigualdad que nos caracteriza, la heterogeneidad de las regiones, las distintas visiones del futuro del país, la ausencia de un “proyecto de nación” aceptado ampliamente y, por supuesto, la existencia de un discurso cotidiano, incisivo, machacón y ofensivo, constituyen una amenaza permanente. A nuestro país le urge detener la polarización que nos divide y también encontrar la forma de alcanzar la reconciliación de la mayoría. La fractura se está gestando y tendría consecuencias graves. La historia demuestra que cuando esto sucede, todos pierden. El problema pasa por entender y aceptar que una de nuestras condiciones positivas es la pluralidad. Que la diversidad es riqueza si se comparten objetivos y se desaparecen las diferencias afrentosas. Es tiempo de generar oportunidades y condiciones de vida digna para todos, en particular para los desheredados de siempre.

No tengo duda, nuestra diversidad fortalece al país. Las diferencias biológicas importan, pero no son las de mayor trascendencia. Antes están las sociales, las culturales y las psicológicas, las políticas y las ideológicas. También las distintas formas de ser, los estilos de vida y las diversas concepciones de las responsabilidades de la autoridad y de los ciudadanos, las convicciones religiosas y las creencias o los conceptos sobre la democracia y los valores laicos. Hay realidades que se deben repudiar. Por ello se ha dicho que “hay pocas cosas tan espantosas como acostumbrarse a lo horrible”. Por esto, uno no debe aceptar como inevitables la violencia, la injusticia, la pobreza extrema o la muerte prevenible, pero tampoco permanecer ajeno a la polarización de una sociedad con historia y cultura comunes, a la amenaza de fractura de una colectividad con identidad y símbolos compartidos, con espacios y tiempos análogos, con aspiraciones semejantes.

Por ello, al Presidente hay que pedirle que convoque a todos, a los que coinciden con él y a quienes tenemos opiniones distintas. Que tenga la disposición para escucharnos y encuentre en nuestros rezagos ancestrales, elementos de unidad. Que deje atrás los discursos que abonan en el resentimiento y plantee metas comunes que articulen. Que deje de usar distractores y se concentre en lo importante. Pero también hay que pedir a quienes difieren, que abandonen las descalificaciones y acepten que lo que México requiere es pensar en grande, contar con las propuestas y el proyecto y trabajar por el bien de todos. Que eso es posible si hay muestras de generosidad para abrir caminos de unidad. Que debemos apuntar a la solución de los pendientes, dejar la búsqueda de los culpables de ayer y hoy y poner en marcha las soluciones postergadas. Ni todo lo que hoy sucede está mal, ni todo lo que antes se hizo se hizo estuvo bien. No son el pasado ni el presente lo que debe preocuparnos, es el porvenir de los nietos de nuestros hijos lo que debe ocuparnos. Adelante esperan, en una ruta, la división y el enfrentamiento, la discusión estéril y sin fin, el México bronco que preocupaba a Reyes Heroles. La otra conduce al país que deberíamos ser. Al Presidente y a la sociedad nos toca tomar, juntos, la alternativa deseable. No optemos por el camino en el que todos pagaremos las consecuencias. Estos deberían ser los tiempos del reencuentro y la generosidad. ¡Los tiempos de un México nuevo!

Exrector de la UNAM
Twitter: @JoseNarroR

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