Ha iniciado un nuevo ciclo en el gobierno de nuestro país y es tiempo de pensar lo que México requiere para ser mejor, para resolver nuestros problemas fundamentales y para colocarlo en el sitio que de verdad le corresponde. En esta y en la siguiente entrega me propongo hacer los planteamientos del caso, con la convicción de que se debe actuar con generosidad y sensatez, además de tener al bien del país como el propósito central.

En la tarea las acciones por realizar son numerosas y los actores, grupos y sectores también son múltiples. Los poderes públicos tienen una responsabilidad mayor, en particular el Gobierno Federal, pero no es el único, el Congreso de la Unión, el Poder Judicial y los otros órdenes de gobierno deben intervenir. Los partidos de oposición, que hoy son solo un remedo de lo que deberían ser, tienen que mutar sustancialmente y participar en la tarea, al igual que los sectores privado y social y, por supuesto, los ciudadanos.

Para definir las acciones que deben responder a las necesidades prioritarias de la sociedad, se requiere de un entorno positivo, de trabajo arduo y de claridad en los objetivos y metas por alcanzar. Contar con el ambiente para hacerlo, demanda de cambios sustanciales en la actitud de quienes deben intervenir. No veo que esto sea posible si no se abandonan las acciones sistemáticas para dividir a la sociedad.

México requiere de UNIDAD, de terminar con la feroz polarización que paraliza, de sanar la fractura que nos ha segmentado. Esto es, en mi perspectiva, el elemento definitorio. Conseguirlo exigirá que la presidenta, su gobierno y su partido, cambien el discurso. Será necesario que ella formule una convocatoria al respecto, que escuche a quienes pensamos de manera diferente, que plantee y ponga en práctica formas de diálogo que aseguren la INCLUSIÓN.

Es indispensable que exista RESPETO en la más amplia acepción del término y que la VERACIDAD sea la divisa que domine en los intercambios. Poco ganaremos de no tener la TOLERANCIA que demanda un ejercicio de esta naturaleza. Tengo claro que los elementos antes señalados, valen para quienes deban intervenir en un ejercicio de esta naturaleza. Todos por igual deben cumplirlos al llegar al encuentro con esa disposición.

Al país le urgen ejemplos exitosos de acuerdos para definir nuestro futuro, para encontrar las formas de combatir a los verdaderos enemigos de la sociedad y estar en posibilidad de resolver nuestros problemas. Los de siempre, los que vienen del México de antes, que están presentes en nuestro tiempo y que, de no hacer lo necesario, persistirán en el futuro.

La pobreza y la desigualdad; la ignorancia y la enfermedad evitable; la desatención a la Ley, la corrupción y la impunidad; las distintas formas de injusticia, de violencia e inseguridad, no son nuevas. Por desgracia, siempre han formado parte de nuestra realidad. Sin embargo, ello no significa que han de persistir por siempre. Todo eso tiene solución, pero requiere de cambios importantes en la forma y en el fondo de conducir y conducirse en los asuntos públicos.

La doctora Sheinbaum forma parte de una generación que, hace ya casi cuatro décadas, demandaba en la Universidad Nacional Autónoma de México lo que ahora reivindico para el país: disposición a un diálogo incluyente, respeto a las diferencias y construcción colectiva de las reformas que se requieren. En aquella ocasión se encontró la forma de conseguirlo. No veo por qué ahora no sea posible. Hay que atreverse para diseñar nuestro futuro y dejar atrás el lastre que amenaza con hundirnos.

Exrector de la UNAM. @JoseNarroR

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