En la medición más reciente de la pobreza en México recibimos varias noticias; una buena y muchas malas. La favorable, y debe celebrarse, tiene que ver con la disminución de 5.5 millones de personas que viven en condiciones de pobreza en nuestro país. La mayoría de ellos de la categoría de pobreza moderada que, de tener en 2018 en total 43.2 millones, pasó a contar con 37.7 en 2022. Sin embargo, la cantidad de personas que viven en condiciones de pobreza extrema se incrementó, en el mismo periodo, en 400 mil mexicanos al pasar de 8.7 a 9.1 millones.
Desafortunadamente también se registraron datos preocupantes que afectan la vida de nuestra población, en particular la de quienes tienen más necesidades. Dos de ellas están relacionadas con las carencias sociales en áreas fundamentales de la vida personal y colectiva. Me refiero al rezago educativo y a la carencia por acceso a los servicios de salud, que registraron incrementos importantes en los dos casos, en particular en el tema de la salud en donde, una vez más, se demuestra la incapacidad de las autoridades responsables y del gobierno en su conjunto.
En materia de rezago educativo, el informe señala que, mientras en 2018 el total de la población afectada fue de 23.5 millones, cuatro años más tarde alcanzó a un millón 600 mil más, para llegar a 25.1 millones de personas, es decir al 19.4 por ciento de la población. El desdén gubernamental por la educación se prueba de muchas formas. Los ataques reiterados desde los primeros días de la gestión actual a las universidades públicas, los nombramientos de las titulares de la Secretaría de Educación Pública, la atrocidad cometida en contra de la niñez mexicana con los libros de texto gratuito y el retroceso en la cobertura de bachillerato son parte de ello.
En cuanto al caso de la salud, la información es inquietante y se suma a numerosos indicadores que dan cuenta de la pésima gestión y que sirven para reforzar el argumento, entre otros, las más de 800 mil muertes en exceso; la pérdida de cuatro años de esperanza de vida, con lo que la cifra regresa 30 años atrás; la afectación a los niños y niñas con cáncer; el terrible desabasto de medicamentos registrado durante este gobierno; la recentralización de los servicios de salud, así como la falta de un modelo de organización y administración de las instituciones públicas de salud.
Las cifras son preocupantes y exhiben la ignorancia, la incapacidad y la falta de compromiso del secretario de Salud y sus colaboradores, al igual que el desastre que se han ocasionado en la salud de la población. Veamos los resultados: entre 2018 y 2022 ninguna de las seis carencias sociales que se consideran en la medición de la pobreza del Coneval, tuvo tan mal comportamiento como la de acceso a los servicios de salud que pasó de afectar al 16.2 por ciento de la población, es decir a 20.1 millones de personas, para hacerlo con el 39.1 por ciento y llegar a 50.4 millones de personas con problemas de acceso.
Por otra parte, la afectación no es homogénea entre la población y si pregunto al lector ¿quiénes son los más perjudicados?, sin duda acertará. ¡Por supuesto que se trata de los más pobres! Es increíble que, como en “La retirada”, canción de José Alfredo Jiménez, la distancia entre el discurso del presidente y la realidad, “es cada vez más grande”. Lo demostraré en la próxima entrega.