La política y los políticos han perdido credibilidad en la sociedad. Entre las razones que pueden explicar este hecho se encuentran: los actos de corrupción en los que frecuentemente se ven involucrados; las situaciones en las que tratan de obtener provecho para ellos, sus familiares, el grupo al que pertenecen o el partido en el que militan. De igual manera, la falta de eficiencia en las acciones que han desarrollado en sus responsabilidades previas; la ausencia de colaboradores que puedan ayudarles; o su resistencia para escuchar a los demás, incluidos los expertos.

Un factor adicional al que quiero referirme en esta oportunidad es de la capacidad que desarrollan para simular. Se trata de acciones que se llevan a efecto para representar, fingir o imitar lo que no es. Todos los días somos testigos de estos actos de simulación que pretenden hacernos creer que “ya se acabó con la corrupción”, que “terminaron los tiempos del despilfarro”, que en unos cuantos días más “tendremos un sistema de salud mejor que el de Dinamarca”, que no son “iguales que los de antes”.

En el colmo del cinismo, resulta que el individuo responsable de la muerte en el país de cientos de miles de personas por sus malas decisiones durante la pandemia, el entonces subsecretario Hugo López-Gatell, ahora pretende gobernar la Ciudad de México bajo el lema de “Humanizar la Ciudad”. El individuo que vacacionaba plácidamente mientras miles y miles de personas sufrían las consecuencias de su arrogancia, incapacidad y sumisión al poder político, ahora convoca a una “forma diferente de hacer política, distinta a la de politiqueros que hacen propaganda ostentosa”.

Los datos oficiales de su actuación son aterradores. Solo para ejemplificar el punto, daré dos de ellos aportados por el Inegi. El primero se refiere a las muertes en exceso entre 2020 y 2022, cuando se registraron ochocientas mil defunciones más de las que se podrían haber esperado. El otro señala, si se comparan los cuatro primeros años del gobierno anterior, con los del actual, esto es, las defunciones registradas entre 2013 y 2016, con las del período 2019-2022, que hay casi un millón doscientas mil muertes más. Su desvergüenza es increíble y no es fácil encontrar tal nivel de ruindad.

Un caso adicional de simulación es el de los partidos del oficialismo y también de la oposición que, para sacar ventaja decidieron anticipar los tiempos electorales, violentar la ley, ejercer recursos indebidamente en una campaña adelantada y seleccionar a sus próximas candidatas a la Presidencia de la República con la figura de supuestas coordinadoras de sus movimientos. Todo hecho, además, con la tolerancia y complicidad, de las autoridades electorales que debieron haberlo evitado. El único partido que ha evitado esa simulación es Movimiento Ciudadano.

Lo mismo está sucediendo en la Ciudad de México y en estados que tendrán cambio de gobernadores, con los “adelantados” que quieren ser candidatos y recurren, sin duda con recursos públicos o mal habidos, a promover su imagen para tener aceptación en las encuestas de Morena o en los procesos que se acuerden en el Frente Amplio por México.

Por ello vemos entre muchos otros medios, volantes, inserciones en los periódicos, carteles, mantas y lonas, estandartes, la pinta de bardas, entrevistas pagadas y a modo, publicidad en las redes sociales y por supuesto, los espectaculares con distintas triquiñuelas y en los que no falta la imagen retocada del aspirante con la mirada puesta en el porvenir. Sin duda, tenemos que regresar a la decencia.

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