A la memoria de mi amado hijo, José Antonio Narro Lobo

Las universidades en el mundo occidental son instituciones fundamentales en el desarrollo de las sociedades que, en algunos casos, están a punto de ser milenarias. En efecto, en este siglo, en 2088 y 2096 las universidades de Bolonia en Italia, y de Oxford en el Reino Unido, celebrarán diez siglos de existencia y de trabajo productivo. Por lo que toca a las universidades de España y México, la más antigua de la nación hermana es la de Salamanca, que en 2016 cumplió ochocientos años de trabajo ininterrumpido, y en el nuestro la Universidad Nacional Autónoma de México, que pronto celebrará su aniversario 473.

Las universidades, en muchas latitudes y momentos, han contribuido al progreso de las sociedades mediante el cumplimiento de sus objetivos esenciales: en primer lugar la formación de recursos humanos de alto nivel con calidad y compromiso social; en segundo término, el desarrollo de investigación que se traduce en la generación de nuevo conocimiento, en el desarrollo de nuevas metodologías y tecnologías, y en la puesta en práctica de procesos de innovación para beneficio de la sociedad; finalmente, la difusión de la cultura, la extensión y la vinculación del quehacer universitario con los sectores público, social y privado del país.

La autonomía universitaria es uno de los valores más preciados por las comunidades de las instituciones de educación superior, en particular para los universitarios de nuestra región que hemos conseguido mediante ella replantear nuestra relación con el Estado nacional y con los poderes reales de la sociedad. Esto ha sucedido así en poco más de un siglo en virtud del movimiento estudiantil de 1918 de Córdoba, Argentina.

Recientemente la Universidad Nacional Autónoma de México celebró, en una ceremonia encabezada por el doctor Leonardo Lomelí Vanegas, el aniversario 95 de su autonomía que, en palabras del Rector, ha sido una piedra angular de la institución que le ha permitido a la institución crecer y ser un espacio que favorece el pensamiento crítico y la libertad, además de resguardarla de las injerencias externas y de favorecer el cumplimiento de su misión.

Con toda claridad sostuvo que por casi un siglo la autonomía ha sido una “condición necesaria e irrenunciable para el ejercicio de las libertades de cátedra, investigación y creación artística y difusión de la cultura. De ahí la importancia de defenderla frente a cualquier intento de control político o de subordinación ideológica”.

En adición señaló que se trata de “un avance irrenunciable en el desarrollo nacional” que más que un privilegio se constituye en una responsabilidad con el país. Aprovechó la ocasión para expresar su solidaridad “con aquellas universidades públicas que han visto amenazada su autonomía como ha sido el caso reciente de la Universidad Autónoma de Sinaloa”, al que se podrían agregar muchos otros ejemplos de instituciones acosadas desde el poder como las universidades de Sonora, Nayarit, Baja California Sur, Aguascalientes, Colima, Estado de México o la propia Universidad Nacional.

El doctor Lomelí sostuvo que en la UNAM “somos herederos de una tradición de excelencia y debemos llevar ese atributo hacia nuevas fronteras que la sociedad demanda, para seguir construyendo un país libre, justo y democrático, en el que la educación, la investigación y la difusión de la cultura sigan siendo factores de progreso material y espiritual”. La verdad es que el mensaje del Rector es claro y nos recuerda que la autonomía no es ariete de presión, pero tampoco coartada de ausencia o de indiferencia. Muy bien por el Rector y la Universidad.

Exrector de la UNAM. @JoseNarroR

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