En los últimos días dos figuras de la salud, la ciencia y la educación superior de nuestro país han sido, injusta e indebidamente mal tratados por funcionarios del gobierno federal. Me refiero por supuesto al caso de los doctores Guillermo Soberón y José Sarukhán. Este último reconocido internacionalmente como autoridad en el campo de la ecología y quien, con enorme dignidad, decidió terminar su ciclo al frente de la Conabio por la falta de apoyo y el desdén de la titular de la Semarnat. No tengo duda de que a nadie sirven esas conductas y las que adelante señalaré que, por otra parte, abonan a la división y el enfrentamiento. Una sociedad que pierde la memoria sobre la obra y los aportes de sus mejores hombres y mujeres se condena a repetir la historia y a retardar su desarrollo.

Cuando se descalifica sin pruebas, solo por razones ideológicas, con base en mentiras y sin autoridad técnica y moral, las cosas se deben aclarar. Esto es lo que ahora intentaré. Inicio con un señalamiento: conocí al doctor Guillermo Soberón hace cincuenta años, colaboré con él en distintos momentos, me beneficié de sus consejos y me distinguió con su amistad y confianza. En muchas oportunidades he hecho notar los méritos extraordinarios de ese maestro excepcional. Ahora, por falta de espacio, solo diré que en salud hay un antes y un después de Guillermo Soberón. Él fue un Secretario extraordinario y un Rector ejemplar.

Sus objetivos prioritarios fueron la ampliación de la cobertura y la descentralización, la modernización de la legislación y la transformación de los programas de salud pública. En ningún momento se planteó la privatización y los resultados alcanzados desmienten las falacias del mitómano subsecretario López Gatell: más médicos, enfermeras y unidades de salud, especialmente para los no asegurados; mejores programas de vacunación y lucha contra las enfermedades infecciosas y las transmitidas por vector; mayor coordinación de las instituciones y fortalecimiento de la rectoría de la secretaria; manejo eficiente e integral de nuevas enfermedades como el sida o de los graves problemas que se enfrentaron con la verdad, el conocimiento y determinación; y por supuesto, la mejoría de los indicadores de salud.

Cuánta infamia y cobardía se anida en los dichos del funcionario de marras, que no se atrevió a hacer sus señalamientos con el doctor Soberón presente y que, ahora, prefiere denostarlo antes que explicar el fracaso de las políticas del gobierno federal que han generado cientos de miles de muertes que no debieron registrarse, el desabasto más grande de las últimas décadas, la peor pérdida de años de esperanza de vida en mucho tiempo, el sufrimiento de millones de familias mexicanas por el incremento de la pobreza extrema y las carencias de acceso a la salud, el riesgo del regreso de las enfermedades prevenibles por vacunación frente a su incapacidad inveterada, demostrada a plenitud ahora y en el gobierno del presidente Calderón al que también falló. Sería mejor que nos explicara la razón de reconocer en un artículo académico, con falta de ética, la existencia en 2020 y 2021 de 439,582 defunciones debidas a la Covid-19 y en el conteo oficial 299,428 muertes en el mismo periodo y 329,289 hasta el 25 de agosto en curso. Mientras el doctor Soberón pudo entregar cuentas muy buenas de vidas salvadas y desarrollo de instituciones y programas, el subsecretario deberá, después de casi cuatro años, explicar el colapso del sistema de salud.

Exrector de la UNAM.
@JoseNarro

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