Lo que hemos vivido en las últimas semanas en México es grave y preocupante. Lo es para el país, pero también para cada uno de nosotros, para todos los mexicanos. No importa nuestra condición ni nuestra situación. Da lo mismo con independencia de lo que creemos o de nuestras preferencias. De nuestra actividad fundamental, de la edad, el género, la condición social o económica. Poco importan nuestras convicciones, ideologías o militancias. Todos somos afectados y todos tendremos que asumir las consecuencias de lo que sucede y de nuestras acciones y omisiones.

Vendrá el momento de señalar responsables y está muy claro en quién reside el origen del problema: se trata del presidente López Obrador. Él, con su actitud, con sus dichos y sus acciones, ha generado un clima de enfrentamiento y división, ha promovido el odio y la crispación. Él tiene responsabilidades éticas, administrativas, jurídicas y políticas y en su momento tendrá que responder por ellas.

Repasemos solo cuatro hechos lamentables. Frente a una protesta masiva, legítima, respetuosa y pacífica de la ciudadanía en todas nuestras entidades federativas, responde con la utilización indebida de los recursos públicos para movilizar a sus simpatizantes. Pretende demostrar que él convoca a más, que es el único dueño de la protesta y la expresión en la calle, que nada hay que esconder en su obvia manipulación de la gente y el dispendio de recursos. Le importa poco que el país se divida, en tanto él conserve la aprobación y simpatía de muchos. ¡Él es responsable!

Otro asunto es el atentado a Ciro Gómez Leyva, un periodista con quien se puede estar de acuerdo o no, pero que cumple con honestidad y profesionalismo su cometido y con quien en este espacio me solidarizo por lo acontecido. El ataque a su persona resulta en buena parte de las descalificaciones permanentes a los medios de comunicación y a periodistas a quienes ofende, denigra, calumnia y acusa. Su vida está en riesgo, como la que perdieron este año 15 periodistas. ¡Él es responsable!

Va un tercer caso. En los últimos días, el presidente regresó en su embate en contra de la UNAM y los universitarios. Lo hace, no tengo duda, como parte de acciones bien calculadas que enturbian el panorama y que irrumpen los procesos internos y normales de nuestra Casa de Estudios. De nueva cuenta, no mide el peso de sus palabras, equivoca la estrategia y por supuesto falta a la verdad. Hay que decirlo desde ahora, la Universidad requiere del apoyo de toda la sociedad. De continuar la asechanza, habremos de responder con una sola línea. ¡Él es responsable!

Finalmente está el caso de la supuesta reforma electoral, que en realidad es la enmienda para acrecentar el poder del presidente, para favorecer la persistencia de su partido en el gobierno, para debilitar y restar capacidades a nuestra democracia, para disminuir y casi exterminar al INE y para limitar las libertades políticas de la sociedad. Lo que hemos presenciado no tiene parangón en la historia reciente del país. En las horas de la desvergüenza y el deshonor, el presidente hizo que prevalecieran el desaseo, la injerencia burda, la desmesura, la mentira, la simulación, las complicidades y la “renta” de políticos que sin pudor alguno aceptan lo que se les ordene y que, como en un momento dicen una cosa, al instante siguiente dicen lo contrario. De todo esto y muchas cosas más contrarias a la Patria y la República, ¡el presidente es responsable!

Ex Rector de la UNAM

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