Las cosas van mal en el país. Lamentablemente, cada vez están peor. No importa si lo que se analiza es la seguridad, la política, la economía o el combate a la pobreza. El único gran éxito del gobierno radica en su estrategia de polarización. Ahí han conseguido lo que se han propuesto y han dividido y enfrentado a sectores de la sociedad. Pocos son quienes mantienen la neutralidad o la indiferencia. La pregunta es si esto conviene a México y la respuesta es obvia: ¡NO! A lo que se debe aspirar es al desarrollo del país, al progreso de todos, la unidad nacional y el respeto a la pluralidad. El esfuerzo tendría que centrarse en lo que en este espacio he llamado “los fundamentales del desarrollo”. Para todos: salud y educación de calidad; empleo con prestaciones y salario digno; seguridad, justicia, igualdad, libertad y democracia.

Lo que se requiere es el éxito de todos y no la derrota de la mayoría. Necesitamos que desde el Estado Nacional se generen las oportunidades requeridas para que la sociedad avance; un gobierno respetuoso de las diferencias, tolerante frente a los opositores y eficiente en el cumplimiento de su responsabilidad. El país extraña el trabajo de políticos con ideas y capacidad para generar consensos, como repudia la incapacidad e inmoralidad de muchos. La nación demanda menos inmediatez y más compromisos de largo plazo, la eliminación de las ocurrencias y la concreción de acciones viables. México requiere un proyecto inspirador que nos convoque a todos, basado en el pensamiento grande, en ideales que apunten a la solución del rezago. Uno que promueva la dignidad de las personas y el cumplimiento de los derechos. Sobran división, soberbia e hipocresía y escasean unidad, tolerancia y respeto.

En el gobierno tienen que entender, aceptar que han cometido múltiples errores y que es mejor reconocerlos de inmediato para corregir el rumbo, que seguir en la necedad de la fantasía mientras se profundizan el deterioro de las condiciones de la gente y los problemas de la sociedad. Se equivocaron desde el principio. Un gobierno no se apunta en la historia; ella lo califica y lo ubica según los resultados alcanzados. No son las intenciones lo que cuenta para ello, sino los logros. Tampoco la imaginación y la voluntad, cuanto la capacidad realizadora. No es el simple deseo de transformar, es la capacidad de conseguirlo, de atender los pendientes seculares, de avanzar en la ruta de la eliminación de nuestros problemas de siempre. A este gobierno le restan menos de dos años para terminar su mandato.

También hay que decir que la sociedad debe cambiar y que eso depende de todos y cada uno de nosotros. Para empezar, tenemos que recuperar la capacidad de indignación y rechazar la cómoda condición de lo habitual. Hemos caído en “la atrocidad de acostumbrarnos a lo horrible”. Masacres van y vienen; vemos criminales que exhiben en las redes su desnudez moral, cubierta por joyas, prendas ostentosas y amenazas; sabemos de políticos capturados en la corrupción y el delito, que son “perdonados” por el poderoso siempre y cuando se sometan a sus deseos y le resulten convenientes; presenciamos ataques de la autoridad sin tregua alguna, a quienes piensan diferente y se atreven a decirlo; permitimos que se ponga en ridículo mundial a nuestro país sin consecuencia de ninguna naturaleza. En fin, no tengo duda, el gobierno debe entender, la sociedad cambiar.

Exrector de la UNAM
@JoseNarro

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