Escribo esta colaboración al medio día del 1 de junio. Cuando se publique ya tendremos idea de cuál fue el resultado y de quién será la próxima presidenta del país. Hoy le quiero hablar a ella, para compartirle algunas de las acciones que pienso deberá emprender. La primera, la que es requisito para poner en práctica las demás, es la reconciliación de nuestra sociedad. Se debe dar muestra de grandeza y convocar a todos a trabajar en favor del país. Dentro de los errores cometidos por el presidente López Obrador, el peor de ellos y curiosamente el que le dio el mejor resultado en su estrategia política, fue el de la división, la polarización y el enfrentamiento. Eso debe terminar de inmediato.

La segunda acción tiene que ver con el compromiso de atender las deudas históricas con los que menos tienen. Al respecto, se debe erradicar la pobreza extrema que afecta a más de nueve millones de personas. De igual manera se debe disminuir la pobreza en al menos un tercio de la población que hoy está afectada por este mal de siempre. Para conseguirlo, se debe plantear una reforma social de gran calado, con políticas públicas y programas bien articulados, en la cual el empleo y el ingreso sean parte de la solución.

Este debe ser el tiempo en el que los derechos establecidos en la Constitución tengan el cumplimiento debido y dejen de ser aspiracionales. Este es el caso, entre muchos más, de la salud y la educación. La tarea en el primero de los casos es complicada por el nivel de destrucción y desorganización que prevalecen, al igual que por la falta de recursos para los programas, pero es impostergable.

En el caso de la educación, los problemas de cobertura, calidad y presupuesto hay que inscribirlos en la necesidad, urgente, de poner en marcha una reforma integral. Por cierto, el Rector de la UNAM nos recordó que, para asegurar la permanencia de los programas sociales, se requiere de una reforma fiscal a la que por décadas hemos eludido.

Los temas de inseguridad, violencia y crimen organizado demandan de atención apremiante. Solo se podrán resolver con un acuerdo nacional en favor de la vigencia y apego al Estado de Derecho y con una buena estrategia de combate al crimen organizado. De no hacerlo, tampoco se podrán resolver dos de los asuntos relacionados: el de la corrupción y el de la impunidad. El tránsito será difícil, pero es inescapable. Requerimos de acciones sistemáticas, sostenidas y ajustadas de acuerdo con el éxito alcanzado.

La próxima presidenta de nuestro país deberá apartarse de las prácticas autoritarias. Tanto en lo declarativo como en lo real, deberá distanciarse de las formas seguidas por el gobierno que, afortunadamente, terminará en menos de 120 días. El respeto a los otros poderes deberá observarse en todo momento y el diálogo con todos los sectores habrá de prevalecer por encima de la tentación de que solo se escuche una voz, la del titular del Ejecutivo Federal. Es inaceptable que se gobierne nuevamente a partir de las mentiras.

La libertad, la democracia, el desarrollo social, el cumplimiento de los derechos, el respeto a las instituciones, la transparencia en la aplicación de los recursos, la rendición de cuentas, el fortalecimiento del federalismo y de la vida municipal, deberán ser la esencia del empeño del Estado mexicano y del trabajo de la sociedad, de sus sectores y organizaciones. Ahora, a cuidar los votos, a recordar que el derecho al voto es el único que verdaderamente nos iguala a todos.

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