La Universidad Nacional Autónoma de México es una institución pública que brilla por mérito propio. Sus rasgos distintivos son tantos que estas líneas no alcanzarían para hacer un recuento de ellos. Sin embargo, conviene recordar que se trata de una universidad grande. Sus más de 375 mil alumnos, 42 mil académicos y 29 mil trabajadores, así lo demuestran. Lo anterior es cierto, pero la importancia de la institución no depende solo de su magnitud.

La mayor relevancia radica es lo que significa en los conciertos nacional e internacional, donde destaca como una de las mejores universidades del mundo y, en especial, en lo que hace por nuestra sociedad en las tareas que lleva a efecto: la formación de decenas de miles de estudiantes de bachillerato cada año, así como la entrega, en 2022, de casi 50 mil títulos de licenciatura y grados de especialización, maestría y doctorado. Igualmente, en la producción de nuevo conocimiento en el campo de las ciencias, las humanidades y el desarrollo tecnológico o en la difusión de la cultura y la creación artística. Su fundación hace 472 años y su presencia en las 32 entidades federativas, remarcan su valía.

Durante los últimos tres meses, entre agosto y noviembre, la UNAM vivió el proceso de cambio de la persona responsable de la rectoría, en virtud de que el doctor Enrique Graue estaba próximo a cumplir, exitosamente, su segundo periodo como rector. A él hay que felicitarlo por los logros alcanzados en el cumplimiento de su tarea. Por ello, y en apego a la legislación, la Junta de Gobierno convocó a la comunidad universitaria a participar en el proceso.

Varias decenas de miles de académicos, estudiantes, trabajadores y egresados de la institución atendieron la invitación y, en persona o por escrito, dieron sus opiniones a la Junta de Gobierno. Diecisiete universitarios presentaron una propuesta de programa de trabajo y cumplieron con los requisitos establecidos en nuestra normatividad. Diez de ellos fueron seleccionados para ser entrevistados individualmente por el pleno del órgano colegiado, que destinó a esa tarea en promedio más de tres horas en cada caso, según informaron los medios de comunicación.

En una comunidad de casi medio millón de integrantes, se llevó a efecto un proceso participativo e incluyente, con apego a lo establecido, en orden, de forma democrática, con certeza de las formas y los tiempos y confianza en el resultado. Conviene reconocer que se dieron cambios respecto de procesos anteriores que mejoraron, en mi opinión, el procedimiento. Este es el caso de las reuniones especiales a que se convocó a las autoridades colegiadas de la Universidad. También debe reconocerse que se expresaron libremente opiniones críticas sobre el proceso.

Después de las diez entrevistas que concluyeron el 30 de octubre, se dio una amplia discusión que finalizó el 9 de noviembre con la designación del doctor Leonardo Lomelí Vanegas como Rector para el periodo 2023 y 2027. El doctor Lomelí es un estupendo universitario que tiene la formación, el proyecto, madurez, experiencia, apoyo y flexibilidad requeridas para cumplir de forma sobresaliente con la responsabilidad que se le ha confiado. Para él, mi felicitación y el deseo de éxito en su gestión.

Se debe reconocer que la UNAM ha dado, una vez más, un ejemplo a nuestra sociedad de cómo se deben conducir este tipo de procesos: con apego a la ley, con transparencia, ética y rendición de cuentas, con autonomía, en libertad y en paz. Felicidades a la comunidad y a la Junta de Gobierno. ¡Qué contraste con lo que pasa en muchas dimensiones de la vida nacional!

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