El sentido común dicta y el laboratorio de la vida lo demuestra, cuando la autoridad forma parte de un asunto y deja de pertenecer al reino de las soluciones, el tema se complica y se convierte en un problema. Igual, cuando el árbitro de una contienda sea la que sea, abandona la neutralidad que le debe caracterizar, se garantizan los problemas.
Por desgracia este es el marco en el que se lleva a efecto el proceso electoral más importante del país en las últimas nueve décadas. El número de los cargos en disputa (más de 20 mil), la renovación de la Presidencia y el Congreso Federal, la elección de nueve ejecutivos locales, de 31 congresos estatales y de más de mil 800 presidencias municipales, dan fuerza al argumento.
A lo largo de todo el proceso electoral, las dos razones señaladas al inicio como causantes de problemas se han cumplido a plenitud y más ahora que faltan dos semanas para llegar a la cita con las urnas. Las conductas cotidianas e indebidas del presidente López Obrador, la tolerancia sin límite de la autoridad electoral a sus actos violatorios, las restricciones recientes a Lilly Téllez y la insensata prohibición del uso de prendas de color rosa por ser el del INE, nos demuestran que la autoridad es parte del problema y que el árbitro no es imparcial.
A pesar de ello, y sería mejor decir, para corregirlo, hay que participar y en especial asistir a votar el 2 de junio. El listado nominal de la elección está integrado por 99.1 millones de votantes potenciales. De ellos, el 37.2 por ciento son ciudadanos de menos de 35 años, 14.9 millones de 18 a 24, 11.2 de 25 a 29 y el resto, 10.8, tienen entre 30 y 34 años. Cerca de 13 millones de jóvenes tendrán por vez primera la oportunidad de participar en una elección presidencial. A este grupo de jóvenes quiero dirigirme.
Los números son una de las razones por las que deben asistir, pero no la única. Por supuesto que poder votar es un derecho pero, como se indica en la Carta Universal de los Deberes y Obligaciones de las Personas propuesta originalmente por José Saramago y suscrita por 15 destacadas personalidades de México, España y Argelia, “todas las personas tenemos el deber y la obligación …de participar responsablemente en los asuntos públicos y en la toma de decisiones colectivas, mediante el ejercicio del voto universal, libre y secreto, así como de los correspondientes instrumentos de carácter democrático”.
Añadan a esto dos argumentos más. Primero, lo que está en juego es el tipo de país en el que vivirán los próximos años. Habrán de optar por uno democrático, seguro, con libertades, en el que se procuren la unidad nacional, el desarrollo de las personas y la resolución de los problemas de siempre; o uno autoritario, en el que se extiendan la violencia y la inseguridad, con restricciones en las libertades, en el que la división y la polarización se profundicen y en el que el sistema de dádivas clientelares sustituya al de derechos plenos.
En segundo término, los jóvenes deben participar y hacerlo activamente, porque la decisión les corresponde a ellos más que a los adultos mayores. A los primo votantes les esperan, como promedio, 60 años de vida, en tanto que a los 13 millones de mayores de 65, menos de diez. Stefan Zweig señaló que la humanidad tiene momentos estelares. El 2 de junio se presenta el de México y sus jóvenes. ¡Atiendan el llamado de la Patria!