San José.— Una muchedumbre rebelde y callejera habló, protestó, soportó cinco días de intensa represión policial en Perú… y al final ganó.
El grito popular obligó a sepultar ayer las componendas palaciegas de las altas esferas de control y a quitar y poner nombres en los timones cruciales de la política peruana —los poderes Legislativo y Ejecutivo— para aplacar la creciente inconformidad, pero dejó al país con una interrogante gigantesca: ¿hacia dónde va Perú?
“El destino del país no solamente es incierto sino, probablemente, trágico”, alertó el analista político y periodista peruano César Campos.
“Su democracia no se ha solidificado. Es una barbaridad, una tragedia”, dijo Campos a EL UNIVERSAL, en alusión a que Perú es un joven sistema democrático de apenas 40 años y que nació en 1980 con el fin del régimen militar que se instaló en 1968.
“Estamos en esta circunstancia justamente porque la institucionalidad partidaria y el vigor del sistema político está debilitado y perforado desde los tiempos de [Alberto] Fujimori”, añadió, al referirse al hombre que gobernó por vía legal de 1990 a 1992, rompió el orden constitucional y fue presidente de facto de 1992 a 2000.
En un segundo tsunami político en cinco días y con la corrupción de fondo, Perú sufrió ayer un nuevo cambio de fichas con las renuncias de los jerarcas de las presidencias de la República, Manuel Merino, y del Congreso, Luis Valdez. En una conmoción interna, deberá asumir un cuarto jefe de Estado en un periodo de gobierno de 2016 a 2021.
Los enroques se producirán luego de que Perú se hundió, a partir del martes anterior, en incesantes reclamos de descontento callejero que estallaron al considerarse que el entonces presidente peruano, Martín Vizcarra, cayó por un golpe de Estado.
Vizcarra fue destituido el 10 de noviembre por el Congreso con el alegato de incapacidad moral permanente al comprobarse que recibió sobornos millonarios en su gestión como gobernador o presidente regional, de 2011 a 2014, del sureño departamento (estado) de Moquegua. En respuesta, decenas de miles de peruanos se lanzaron a protestar.
La turbulencia emergió en terreno fértil. A la feroz avalancha del coronavirus (más de 35 mil muertos), se sumó un pronóstico de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPL) de que la economía peruana sufrirá en 2020 a una contracción de 13% —sólo superada por Venezuela— por efecto colateral de la pandemia, en un país de más de 31.3 millones de habitantes y 20% en la pobreza.
“Nuestros políticos son irresponsables y tienen muchos incentivos para hacerlo. No han estado a la altura de la necesidad que la situación exige”, afirmó el politólogo peruano Fernando Tuesta, profesor de Ciencia Política de la (no estatal) Pontificia Universidad Católica de Perú.
La situación es “de profundo desconcierto, de rechazo al Congreso”, relató Tuesta a este diario.
Para el economista peruano Diego Macera, gerente general del (no estatal) Instituto Peruano de Economía (IPE), “pensando en el largo plazo, hay una clarísima señal de la debilidad institucional y de los problemas de gobernabilidad que aquejan a Perú”.
“La crisis es una señal de baja institucionalidad y de problemas crónicos de gobernabilidad que no se van a resolver en un par de meses”, explicó a este periódico.
Al despedirse de los peruanos el 21 de enero de 2018, después de una visita a Perú de más de 72 horas, el papa Francisco lanzó una duda que exhibió mayor desconcierto: “¿Qué le pasa al Perú que cada vez que sale un presidente lo meten preso?