Se ha dado el primer paso para la aprobación de la reforma al Poder Judicial: un primer paso para tener un Poder Judicial más corrupto.

La corrupción puede definirse como descomposición. Algo está descompuesto cuando no sirve para lo que fue creado. El Poder Judicial está para resolver conflictos con base en normas jurídicas. Como la reforma lleva a dirimir esas controversias con base en criterios políticos, está propiciando que no sirva para su fin, es decir, que se descomponga o que sea corrupto.

¿Cómo se introducen elementos ajenos al orden jurídico para resolver? Usando mecanismos conocidos desde hace siglos, que suelen expresarse con la metáfora de la zanahoria y el palo.

La zanahoria es la promesa del cargo. Se dice que será el pueblo quien elija. En última instancia, sí. Pero el punto no es quien vota, sino quien coloca en la boleta. Eso está probado en todo el mundo, desde hace décadas, en el ámbito legislativo: los legisladores atienden el mandato de quien los puso en la boleta, no a quien tachó la boleta.  ¿Por qué va a ser distinto en el caso judicial? Ojalá que los nuevos juzgadores sean desleales a quien los propuso, pero lo dudo.

Lo dudo porque está el otro mecanismo, el palo. En la reforma el palo es el Tribunal de Disciplina Judicial. Si fuese un órgano creado para castigar la corrupción, sería el principal defensor de esta instancia, porque estoy absolutamente en contra de esas prácticas, y máxime en el Poder Judicial. Pero la reforma abre la puerta a que también los castiguen por no apegarse a los intereses del gobierno.

¿Qué juez ordenará al gobierno darle la pensión a una viuda que tiene derecho a ello, si eso va en contra de los intereses políticos? ¿Qué juez liberará al inocente al que un gobierno quiera castigar, oponiéndose a los intereses políticos? Ojalá haya muchos jueces valientes, dispuestos a jugarse el trabajo por la defensa de los vulnerables. Pero dudo que se atrevan.

Son por los indefensos que me preocupa la reforma. A los poderosos no les afecta. Lograran colocar jueces afines para sus causas, financiando las elecciones por debajo del agua. O resolverán sus disputas ante árbitros privados. Los marginados son los que sufrirán las consecuencias, como siempre.

El Poder Judicial está para cuidar la salud jurídica de una nación, para que prevalezcan las normas. El Poder Judicial es el sistema inmunológico del cuerpo social. Esta reforma que permite que intereses ajenos al derecho guíen la solución de disputas, viene a ser una enfermedad autoinmune, pues propicia que el sistema inmunológico ataque a las células sanas.

Como todo el orden jurídico pasa por el Poder Judicial, no es una reforma cualquiera. La enfermedad se propagará por todo el cuerpo social. Es un cambio muy profundo. Tanto, que como dice el profesor Olaiz, se trata de un remplazo constitucional. Tras la reforma todo será distinto.

El Poder Judicial está enfermo. Lo he dicho muchas veces, y he sugerido cambios. Pero para curar una enfermedad se le está prescribiendo enfermarse de más gravedad. No tiene sentido, pero así es.  A diferencia de lo que ocurre en el caso de la salud física, esta enfermedad autoinmune fue buscada deliberadamente. Es producto de la decisión de alguien.

La experiencia comparada nos dice que no es una buena solución la propuesta. Lo mismo nos dice nuestra historia. Basta con ver la Corte porfirista. Se ha intentado explicar que, si se tiran piedras al agua, se hunden. Pero no ha habido espacio para el diálogo. No se han querido escuchar alternativas para curar y fortalecer al Poder Judicial. El tiempo demostrará, una vez más, que las piedras no flotan.

Investigador de la Universidad Panamericana

@ChemaSoberanes

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