El proceso para elegir al candidato demócrata para las presidenciales de Estados Unidos de 2020 ha entrado en una dinámica compleja. El principal enigma al que se enfrentan los miembros del partido es: ¿qué será más eficaz para vencer a Trump, un candidato que se corra a los extremos en cuestiones sociales y económicas, o uno que se sitúe en el centro, para atraer también a los votantes moderados?
Para algunos analistas esta disyuntiva es fácil de esclarecer: ¿qué necesidad hay de enajenar a grandes cantidades de votantes (los electores centristas) si se puede contar con ellos con un candidato como Joe Biden? En un muy comentado editorial de Slate del mes de agosto, firmado por William Saletan y titulado “Biden tiene la estrategia correcta”, se afirmaba lo siguiente: “incluso si es el candidato erróneo, a los votantes les gusta su acercamiento centrista”.
En el mes de julio las encuestas indicaban que Biden podía vencer a Trump incluso con cierta facilidad. No por nada el presidente se embarcó en la aventura de pedirle al presidente de Ucrania que le ayude a desprestigiarlo, razón por la cual se inició el proceso de destitución. Más adelante, el precandidato más radical, Bernie Sanders, tuvo un ataque al corazón, y con ello la senadora Elizabeth Warren subió como la espuma, superando a Pete Buttigieg, a la senadora por California Kamala Harris y al texano Beto O’Rourke, pero sobre todo al mismo Biden. De pronto, en Washington de lo único que se hablaba era de que Warren sería la rival de Trump. Pocos contaban con el regreso de Sanders.
Pero después de salir del hospital, con sus 78 años a cuestas (lo que para muchos es una edad muy avanzada para ser presidenciable), el carismático Sanders se presentó el 20 de octubre en Nueva York para recibir el espaldarazo de los más corridos a la izquierda de su formación, como el cineasta Michael Moore, la representante Ilhan Omar y la “superstar” Alexandria Ocasio-Cortez. Se espera que también endorse su apoyo (estas cosas son un tanto predecibles) Rashida Tlaib, de Michigan, quien, junto a las congresistas mencionadas, fue insultada por el presidente.
Todos esos políticos son los que están de moda. La historia de Ocasio-Cortez es propia de un cuento de hadas. Sus demandas, empezando por la reducción de la desigualdad, son esenciales para muchos ciudadanos. La pregunta es si el país entero está listo para enarbolar esas causas. Justo esos políticos son los que sus detractores llaman (o ellos mismos se proclaman) “socialistas”, utilizando esa palabra que en el imaginario estadounidense ahuyenta a vastos sectores. Bernie Sanders es el líder de los antisistema. Si resulta ser el candidato, será una lucha épica de la extrema derecha contra la extrema izquierda. Pero ante el consabido conservadurismo norteamericano, es posible que Trump tenga alguna ventaja adicional.
Los demócratas, lo sabemos, se pintan solos para echarse a perder la fiesta. Está demostrado que muchos simpatizantes de Sanders en 2016 no salieron a votar por Hillary Clinton. Con que unos miles lo hubieran hecho, en algunos estados clave, quizá el destino de su país habría sido distinto.
Como reza el editorial de Slate, incluso si Clinton era la candidata errónea, los seguidores de Sanders podrían haber salido a votar por la única persona capaz de evitar el derrumbe civilizatorio que significaba una presidencia de Donald Trump. Decidieron no hacerlo.
No sabemos qué pasará esta vez, pero si es un candidato moderado (que no prometa sanidad universal, por ejemplo, sino una mezcla entre Medicare y seguridad social) el que enfrente a Trump en la boleta, es posible que no se necesite a los extremistas del partido. Con su voto regular, más el sufragio de los votantes centristas (y una parte de los indecisos), podría ser suficiente para asegurar el triunfo demócrata.
Muchos creen que los republicanos son irreductibles en sus ideas, pero no es así. En un sondeo de Fox News, 60% de los encuestados blancos, 57% de los blancos rurales y 56% de los blancos sin estudios universitarios afirmaron que los tuits de Trump contra las congresistas de color “cruzaron una línea”.
Lo más importante de todo es que Trump realmente podría perder la elección. Incluso en un estado tan conservador como Iowa, una encuesta reciente arrojó que el presidente podría ser derrotado. Trump ha insistido en sus mítines, ante sus incondicionales, que “no deben creer en las encuestas falsas”, lo que revela algo significativo: sabe que tiene cuesta arriba la elección.
Tal vez Biden se vea afectado en las próximas semanas y meses por la sombra de la duda que Trump se encargará de arrojar sobre él y su hijo en todo el proceso del impeachment. Y a su campaña quizá le cueste recuperarse financieramente (se reveló en estos días que está casi en números rojos), pero como candidato es posible que sea más efectivo que otros que con toda seguridad ahondarán en la polarización que ya sufre el país, como Sanders o Warren. Esta última ha mostrado que puede moderar su discurso, pero no así el senador por Vermont. Alternativas, las hay. Por ejemplo Amy Klobuchar, senadora por Minnesota. O el mismo Buttigieg, alcalde de South Bend, Indiana, un precandidato muy articulado que además es millennial y abiertamente gay.
Como afirma Saletan en Slate, un portal abiertamente progresista, a muchos demócratas les preocupa nominar a Biden para presidente “porque parece tímido y aburrido”. “Se refiere amablemente a los republicanos” en lugar de seguir polarizando. “No apoya el proyecto ‘Medicare para todos’ y en cambio habla sobre el bipartidismo, la decencia y la clase media”. “Cree que puede vencer al presidente no con una agenda audaz sino apelando a los moderados y a los republicanos a quienes no les gusta Trump”. La conclusión llega por sí sola: “quizás Biden es el candidato equivocado para llevar la bandera demócrata, pero quien lleve esa pancarta haría bien en seguir su ejemplo”. Por cierto, dentro de todo este griterío, ¿en qué momento nos olvidamos de que Biden es un progresista? Es posible que, después de una presidencia como la de Trump, el simple hecho de volver a la decencia sea lo más radical que un partido se pueda plantear…
José Manuel Valiñas es analista de política internacional.