Todas las señales se están dando: la normalización entre el estado judío y la nación árabe podría darse en un corto o mediano plazo. De hecho, se dice que Estados Unidos, patrocinador del acuerdo, estaría presionando para que suceda antes de fin de año o, como máximo, antes de que se intensifique el ruido de las elecciones de 2024. Esto reconfiguraría el tablero no sólo entre los países implicados, sino en la geopolítica en general. He aquí algunas claves.

1. Arabia quiere su programa nuclear

En este movimiento, tanto Benjamín Netanyahu como Mohammed bin Salman (MBS) pueden ganar mucho, aunque también tendrían que hacer concesiones significativas. Pero hay dudas de qué tantos beneficios obtendría Estados Unidos. Riad tiene la pretensión de un acuerdo de seguridad con Washington que implique un compromiso de defensa en caso de que el reino sea atacado. No se ve cómo algo así pueda ser autorizado por el congreso estadounidense, pero hay maneras de conformar algo más informal, similar a las seguridades que proporciona EEUU a países como Corea del Sur, Japón o el mismo Israel.

También, el príncipe heredero quiere que Estados Unidos le ayude a establecer un programa nuclear civil, con enriquecimiento de uranio en su propio territorio, algo que suscitaría muchos recelos en toda la zona, especialmente en Irán. MBS declaró recientemente que si el país persa llegara al punto de traspasar el “umbral nuclear” (el punto por el cual ya se puede construir una bomba atómica con capacidades militares), no le quedaría otra al reino más que contestar de la misma manera.

Desde hace años, Irán está a unos cuantos meses de lograr ese umbral nuclear, pero se ha detenido, primero por el acuerdo con EEUU y las potencias, y después de que Donald Trump se retirara de ese acuerdo, por la amenaza creíble de que Israel lo atacaría en el mismo momento en que traspase esa línea roja.

2. ¿Qué ofrecerá Riad a EEUU?

A cambio de tan altas concesiones (además de la anuencia para comprar armas de última generación a EEUU), el reino tendría que ofrecer muchas cosas. En principio, si Washington estaría dispuesto a defender militarmente al reino si Irán decide atacarlo, con todas las monstruosas implicaciones que eso traería, Riad debería comprometerse a intervenir si Estados Unidos e Israel deciden bombardear a Irán para destruir sus instalaciones nucleares y Teherán inicia una guerra contra ellos. El lado luminoso de

esto es que, por el tamaño de esa misma amenaza, tal desenlace se vuelve mucho menos posible.

¿Qué otras cosas necesita EEUU de Arabia? Que deje de jugar en contra de sus intereses a la hora de manipular los precios del petróleo, algo que ha afectado considerablemente a la presente administración (y favorecido a Rusia en su brutal invasión a Ucrania). Hoy por hoy los precios del petróleo están más o menos estables, pese a que Arabia, líder de la OPEP+, ha promovido disminuciones en la producción, pero eso podría volver a cambiar, generando más inflación y altos precios en la gasolina en la Unión Americana, lo que resultaría fatídico para las aspiraciones reeleccionistas de Biden.

También, que Riad deje de coquetear con Pekín y Moscú: entrada de Arabia en los BRICS, promesa de que las ventas de hidrocarburo a China se paguen con yuanes, etcétera (el asunto del reciente restablecimiento de las relaciones entre Riad y Teherán puede resultar difícil de explicar, por ser ambos enemigos acérrimos, pero en parte se explica porque con eso MBS rebaja la tensión con los ayatolas, para así enfocarse en sus verdaderas prioridades). Pero el príncipe heredero ha probado las mieles de la independencia y la multipolaridad, y seguirá tejiendo lazos con las otras potencias, incluso las rivales de EEUU, si así conviene a sus intereses.

3. La asombrosa transformación saudita

La realidad, es que hoy todo parece estar sucediendo en Arabia Saudita. Desde que llegó MBS (o se hizo con el poder con medidas más que cuestionables), su país se ha vuelto una sociedad más tolerante. Por fin las mujeres pueden manejar y solicitar pasaporte sin que las tutele un hombre. Pueden tener empleos con mucho mayor facilidad e incluso hay mujeres astronautas. Hay conciertos masivos de rock en los que cantan y bailan sin ningún problema, y la policía que revisa los lineamientos islámicos (el equivalente de la tenebrosa policía moral iraní) ya no tiene poderes para molestar a la gente. Si alguien piensa que estos cambios se pudieron hacer con facilidad, no tiene idea de cómo son las cosas en esas tierras. MBS llegó para encarcelar a quien se opusiera a la modernización (empezando por recluir durante semanas a príncipes y empresarios en un hotel de lujo como muestra de su poder y su lucha contra la corrupción, y siguiendo con el encarcelamiento de los islamistas más extremos.

La religiosidad radical está cediendo el paso a una sociedad más abierta, y los funcionarios sauditas hablan todo el tiempo de la ola de cambios. En el lapso de un lustro, se duplicó el número de personas que creen que se debe interpretar el Islam de una forma más moderada. “Creo que el Medio Oriente será la nueva Europa. En cinco años, Arabia Saudita será un país completamente distinto. Esta es mi guerra. Quiero ver al Medio Oriente en la cima del mundo antes de morir”, ha dicho el ambicioso heredero.

Por lo pronto, sigue cambiando al reino con la compra de equipos de futbol occidentales y con jugosos contratos a jugadores famosos, y también en otros deportes como el golf, que muchos llaman un “intento de blanquear” su historial de

derechos humanos. Está en construcción una ciudad futurista lineal, con 170 kilómetros de largo y apenas 200 metros de ancho, en donde la gente vivirá en medio de dos inmensas hileras de rascacielos de acero y cristal de 500 metros de altura. El heredero del trono está empeñado en que Arabia deje de depender del petróleo en unos años, e incluso hoy se promueve al reino como un lugar paradisíaco para vacacionar. Con toda esta visión, no sorprende que quiera asociarse con Israel, una nación startup y de imponentes avances tecnológicos, que en 2021 llegó a tener un producto per cápita más grande que el alemán.

MBS niega que haya tenido nada que ver en el asesinato del periodista Jamal Khashoggi, pero ha asumido la responsabilidad y ha encarcelado a algunos de los responsables materiales del crimen. ¿Hemos de creerle? Los servicios de inteligencia de EEUU lo responsabilizaron directamente, razón por la cual Biden (siendo candidato) se comprometió a convertir al reino en un estado “paria” (más adelante tendría que visitar a MBS y saludarlo con el puño, en algo que para muchos fue una humillación pública y una hipocresía, y para otros un notable acto de realismo político).

Sí, hoy se enseña en las escuelas sauditas sobre el Holocausto y la cooperación informal con Israel se ha vuelto común. Pero existe una paradoja: hoy Arabia es más tolerante ante otras religiones que ciertos sectores de Israel. Thomas Friedman ha registrado este fenómeno en sus repetidos viajes a la región. Y como una externalidad positiva como reacción al relajamiento de la represión contra las mujeres en el reino, Irán tuvo que ceder en algunos derechos, y actualmente ya pueden asistir a los eventos deportivos.

Friedman recuerda que, desde la Revolución Islámica, “Irán y Arabia Saudita han competido por cuál es el país más auténticamente piadoso, y exportaron esa competencia a todo el mundo musulmán, empujando a las mezquitas y madrasas a predicar las ideas más puritanas y anti-israelíes”. Pero hoy las mujeres y la sociedad en general se rebelan en el país persa, aunque el resultado en ese caso, ha sido la represión más salvaje: tras las protestas por la muerte de la estudiante Mahsa Amini en manos de la policía moral, han muerto más de 500 personas y 22 mil han sido detenidas. Siete jóvenes murieron ejecutados, algunos de ellos de manera pública, por participar en las marchas. Es el tipo de fanatismo que aún pervive en ese país y en muchos sectores de la región, y el Premio Nobel que acaba de ser concedido a la activista Narges Mohammadi sólo lo viene a corroborar.

En la siguiente entrega veremos el ingente reto interno al que se enfrenta Benjamín Netanyahu para firmar ese acuerdo de normalización de relaciones.

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