Raza o pobreza parece ser el dilema que enfrentan algunos para explicar el mayor daño de la actual epidemia sobre ciertas minorías étnicas en algunos países desarrollados. Es bastante aceptado que existe una sensibilidad genética especial que hace a algunas razas más vulnerable ante ciertas enfermedades. No obstante, una gran proporción de los especialistas sostienen que, más que la raza, es la desigualdad social ante la vida y la muerte lo que pone en situación de vulnerabilidad a la gente.
Se dice también que los hombres son más débiles biológicamente en la lucha por la sobrevivencia, no obstante, los factores sociales siempre están presente. En Estados Unidos, la epidemia ha dañado más a la población negra, la respuesta mejor argumentada tiene que ver con la marginación, la desigualdad, la exclusión de que son objeto, y que son a la vez los factores que construyen su mayor vulnerabilidad. No es pues la raza sino el racismo, y el marco estructural de pobreza en el que viven. A esto hay que añadir la contaminación atmosférica.
En Estados Unidos y en el Reino Unido las llamadas minorías étnicas, y los pobres en general, viven en las zonas más contaminadas. En la ciudad de México, el mapa de la pobreza y el de la contaminación coinciden. En las zonas oriente y norte, por ejemplo, se respira uno de los aires más contaminados. Allí, donde la pobreza abunda, la epidemia arrasa. La ciudad de México, a pesar de los más de tres millones de toneladas de sustancias tóxicas que se depositan en su atmósfera cada año, ya no se cuenta en el ranking de las cinco más contaminadas del mundo. Pero esto, más que al éxito de las políticas puestas en práctica en los últimos veinte años, se debe al éxito de China, India y otros países en haber creado algunas de las 10 ciudades más contaminadas de toda la historia humana.
El año pasado, la contaminación del aire fue responsable de la muerte de 7 millones de personas en el mundo. Una gran parte de los habitantes de las grandes ciudades ha estado expuesta a una exposición crónica a la contaminación del aire,
padeciendo distintas enfermedades respiratorias, cardiovasculares y cáncer, así como debilitamiento del sistema inmunológico. Es sobre esta condición de vulnerabilidad que se montan un gran número de enfermedades. No podría decirse del Covid-19 que sea racista, como algunos han afirmado, no sin cierta ironía. Los sistemas socioeconómicos y políticos del mundo si lo son, en mayor o menor medida. México sin duda lo es, de ello dan testimonio millones de indios y de población mestiza que lo padece.
La relación entre contaminación atmosférica y epidemia se ha demostrado con claridad en diversos estudios. En Londres uno reciente da cuenta de la severidad con la que el coronavirus afecta a las personas con mayor exposición a la contaminación, así como la forma cómo coinciden minorías étnicas, pobreza y contaminación atmosférica, (https://www.biorxiv.org/content/10.1101/2020.05.15.097501v1.full.pdf).
Una investigación realizada sobre el brote de SARS en China en el año 2003, muestra de qué manera el mayor daño de la enfermedad ocurrió en las zonas de más alta contaminación atmosférica. (https://ehjournal.biomedcentral.com/articles/10.1186/1476-069X-2-15).
La Lombardía, en el norte de Italia, que resultó la región más afectada por la epidemia Covid-19, coincide con ser la más contaminada de ese país, (https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0269749120320601?via%3Dihub=); (https://www.theguardian.com/world/2020/may/29/why-was-lombardy-hit-harder-covid-19-than-italys-other-regions).
En Estados Unidos, un estudio realizado por la Universidad de Harvard, demuestra cómo, en muchos de los condados más contaminados de ese país, el Covid-19 hizo mayores estragos, https://projects.iq.harvard.edu/covid-pm
La pandemia que hoy atormenta al mundo entero, puede también ser una oportunidad. Exhibe nuestros errores, pero deja también lecciones. La disminución de la contaminación actual, es solo temporal, y tiene que ver con la parálisis de las
actividades económicas y de las rutinas de nuestro quehacer cotidiano. La disminución de las emisiones de carbono, fue sola una ilusión, los reportes actuales muestran que volvieron al ritmo de las tendencias anteriores.
En la ciudad de México la contaminación del aire sigue campante. Es urgente reforzar medidas para combatirla hoy, ante la inminencia de una segunda ola de contagios. Una es retomar la exitosa disminución de la movilidad y el transporte provocado por la cuarentena. Las empresas y el gobierno tienen en sus manos la posibilidad de reorganizar los sistemas de trabajo e incrementar el trabajo en casa, aumentar las transacciones económicas, financieras y los servicios por internet para disminuir el tráfico vehicular. Se trata, entre otras cosas, de disminuir el uso del automóvil privado, ampliar la frecuencia del transporte público no contaminante, del no motorizado, y las zonas de la ciudad libre de vehículos, disminuir el consumo de energía y de muchos productos que no sirven para satisfacer necesidades humanas, sino que solo satisfacen las del mercado y de las corporaciones económicas.