Por: José Luis Lezama y Ana De Luca
Y esa lenta araña que se arrastra a la luz de la luna, y esa misma luz de la luna, y yo y tú, cuchicheando ambos junto a este portón, cuchicheando de cosas eternas ¿no tenemos todos nosotros que haber existido ya?
Nietzsche
Glasgow, noviembre del 2021, COP 26, pareciera un evento ocurrido en un lejano pasado; una historia del futuro anterior, la reiterada narrativa de la desilusión, una especie de eterno retorno del fracaso. El eterno retorno, poderoso concepto que rompe con la linealidad del tiempo, con la falsa idea del progreso perpetuo, consiste en aceptar que los acontecimientos del mundo se repiten eternamente. Equivale a tropezar con la misma piedra en diferentes momentos de la vida, como volver siempre, compulsivamente, con aquellas personas que nos rompen una y otra vez el corazón.
Las cumbres climáticas se han convertido ya en la parafernalia anunciada del fiasco y la simulación. A Glasgow le toca ahora poner en escena la gran representación teatral de cada año. Ya podemos anticipar lo que sucederá: se pasará del drama al melodrama, de la tragedia a la parodia, la fase de la álgida negociación que se extiende hasta los últimos y dolorosos minutos; y por último, el consenso, la fiesta y el reventón; las fotografías triunfantes y autocelebratorias. Todo este espectáculo está montado para hacernos creer que hay un intento por acordar lo que no se puede acordar, de solucionar lo que no tiene solución. El fracaso está cantado antes de que comience porque las recetas prescritas para resolver la enfermedad contienen los mismos componentes que la provoca; es decir, se basan en las mismas conductas que desatan la catástrofe.
El eterno retorno del capitalismo
La nueva cumbre del cambio climático es, en los hechos, el gran Concilio Ecuménico del mundo capitalista, del capitalismo abierto del Norte Global, y del capitalismo encubierto de China. En esta reunión, los líderes del imperio del capital instruirán al mundo, a sus súbditos o aliados las condiciones básicas, las nuevas reglas del juego para asegurar el mantenimiento del orden y la Paxamericana en plena era del capital ecológico. Nada de lo que ocurra en Glasgow estará por encima de los intereses de los grandes consorcios mundiales, de los señores feudales de la era digital y de quienes administran las finanzas del imperio.
El gran proyecto de esta era del capital ecológico se basa en las soluciones del mercado, en autos híbridos, en el consumo verde, en donar diez dólares al mes a nuestra organización ambiental de preferencia. Y sobre todo, en crear infraestructura verde que resulta en inmensos parques eólicos, un erial de paneles solares, que no son más que territorios deshumanizados, y ahora convertidos en la falsa imagen del progreso y bienestar. Es el capitalismo “renovándose”, pero esta vez vestido de verde. Lo sabemos porque, como anunció Kerry, los estadounidenses “no tendrán por qué cambiar su estilo de vida”; es decir, nada cambia salvo los combustibles y la manera en la que consumimos.
El eterno retorno tiene salida
Si el propósito de Glasgow fuera salvar al planeta y no al capital, si se tratara de salvar la vida y la dignidad del mundo humano y no humano, Glasgow debería tener como objetivo, convertirse en una cumbre para establecer las reglas y las condiciones de posibilidad de un mundo mejor, más digno, más humano, más no humano. Tendría que ser disruptivo, creativo, y estar dispuesto a dinamitar sus supuestos más preciados.
Sin embargo, será lo mismo de siempre. El capitalismo desacraliza las posibilidades, ha desertificado todo espacio creativo, ha cancelado toda propuesta reivindicatoria, humana, sensible y amorosa de organizarnos como sociedad. La voz de quienes defienden el capitalismo y su brazo armado contemporáneo- que es el neoliberalismo- nos hacen creer que, si bien el capitalismo no es perfecto, todas las demás propuestas son peores y peligrosas. En ese sentido, el capitalismo nos hace seres ahistóricos, porque pensamos que este es el único mundo posible que, bajo el capital hemos llegado a la esencia humana. También nos ha hecho ahistóricos en el sentido de que ha cancelado las posibilidades de ser históricos, esto es, de hacer historia.
En La Gaya Ciencia, Nietzsche dice que el eterno retorno puede ser pensado de una forma ética, como una invitación al cambio y la renovación. Podemos recuperar el sentido esperanzador del concepto tomando sus vías de escape, sus salidas secretas. Si cada COP nos anuncia el eterno retorno, la repetición de lo mismo y nos adelantamos en el tiempo, a una hipotética COP36, pero con un planeta más devastado, ¿qué haríamos distinto?
Nosotros creemos que sería tiempo de apagar esta telenovela de las 5 que será Glasgow, para empezar a imaginar mundos alternativos y construir los cimientos de una nueva historia, una que sí nos gustaría que se repitiera una y otra vez.
José Luis Lezama @jlezama2 y Ana de Luca @anadeluca21 son fundadores del Centro de Estudios Críticos Ambientales ¨Tulish Balam” @C_TulishBalam